CAPÍTULO XVIII
Cuando Rafaela le abrió la puerta su
primera impresión de la chica fue de abandono. La hermana de Vera era delgada y
baja, y estaba vestida con un chándal lleno de lamparones. Su cara mostraba la
sorpresa de alguien que no se espera visita a esas horas.
-
Pase… - su voz era dulce y delicada
– no recuerdo su nombre cuando le abrí la puerta del portal.
-
Inspector García, vengo a hacerle
unas preguntas para intentar esclarecer la desaparición de su hermana.
-
Sí… claro. No se si podré ayudarle
mucho – un llanto de bebé interrumpió su frase.
-
Si molesto puedo venir en otro
momento.
-
No, no, pase usted.
García entró en la casa. El salón estaba
desordenado, los sofás tenían los cojines colocados de cualquier manera y la
mesa del comedor estaba abarrotada de trastos propios de un bebé.
-
Siento el caos. Mi marido está fuera
y siempre estoy sola… bueno, con la niña.
-
No se preocupe – dijo García
dirigiéndose al asiento más cercano.
-
¿Quiere tomar algo?
-
No, por favor, me iré lo antes
posible para que pueda seguir con sus tareas. ¿Cuándo vio a su hermana por
última vez?
-
Pues… mmm… el día antes de
desaparecer. Bueno, no, hablé con ella por teléfono, pero no la vi.
-
Vive cerca ¿verdad?
-
Sí, unos portales más arriba.
-
¿Y de qué hablaron? Si no es muy
personal, claro.
-
La verdad, no lo recuerdo muy bien.
Solía ir mucho por su casa, pero desde que tengo a la niña estoy bastante
ocupada – Rafaela forzó una sonrisa y giró la cabeza hacia la que se suponía
que era la habitación de su hija.
-
¿La notó preocupada o distinta de lo
habitual?
-
No – la respuesta fue demasiado
rápida como para que el inspector García la creyera. Guardó silencio unos
segundos, que Rafaela aprovechó para bajar la mirada y sacar una imaginaria
mota de polvo de su roída camiseta.
-
Bien… así que no se le ocurre
ninguna razón por la que su hermana quisiera desaparecer o por la que alguien
la raptara.
-
¡Raptar! No querrá usted decir…
-
¡No, no! Por favor… desgraciadamente
aún no sabemos si ha desaparecido por propia voluntad o no, por eso estamos
investigando su entorno más cercano. ¿Todo iba bien en la vida de su hermana?
-
Que yo sepa sí, aunque ya le digo
que no estábamos tanto juntas estos últimos tiempos.
-
Sí, la niña ¿no? – preguntó García.
-
Claro.
El inspector pensó que
eso no debería ser algo que separase a dos hermanas, sino todo lo contrario.
Viviendo tan cerca lo normal es verse más con la excusa de estar con su
sobrina. Todo ello en circunstancias normales.
-
Bien. ¿En qué trabaja su marido?
-
Es marino. Pasa varios meses fuera.
-
¿Sabe que su hermana ha
desaparecido?
-
Pues no… ahora mismo está en
Australia, llama solo una vez cada quince días, más o menos.
-
Bueno, señora – dijo el inspector
levantándose – si se le ocurre alguna cosa que pueda ayudarnos se lo agradezco. Llame a la comisaría y
pregunte por mí.
-
Sí, sí, claro – Rafaela se levantó
nerviosa. La niña seguía llorando.
García se dirigió a la
puerta y en el último momento se giró hacia ella.
-
Su hermana lleva una semana
desaparecida, cuantos más días pasen menores son las posibilidades de encontrar
pistas fiables.
Rafaela lo miró con una expresión
indescifrable.
-
Piense que cualquier cosa podría ser
importante, aunque a usted no se lo parezca.
La duda se dibujó en la cara de la
joven madre, pero sus labios permanecieron sellados.
Un tímido “adiós” fue lo último que
escuchó el inspector antes de que la puerta se cerrara tras él.
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