RGRIVERO
“Esta noche fue un
espanto.
No me salen las
palabras y aun tiemblo cuando pienso en ello.Ya no intento buscar explicación, ni razonar los motivos de que este maldito fenómeno se manifieste con mayor o menor intensidad. Al principio lo achacaba a los nervios, a las vueltas que mi cabeza le da al asunto, a haber sufrido algún pequeño disgusto… pero nada, no hay un parámetro consecuente que explique mi problema. Mi problemón, para ser más exactos.”
Susan había llamado a
la empresa para avisar de que ese día no
iría a trabajar. No había dormido ni una hora seguida, aquejada de horribles
pesadillas en las que se veía ardiendo y notaba como la piel se le iba
desprendiendo de los huesos y caía a sus pies en finas tiras. Por más que se
obligaba a pensar que todo era producto de su imaginación, cada vez que cerraba
los ojos para conciliar el tan ansiado sueño, sentía la temperatura subir
progresivamente hasta alcanzar una medida imposible de aguantar por cualquier ser
humano. Lo siguiente eran las convulsiones y el ser consciente de que
efectivamente su cuerpo se había convertido en una antorcha viviente. El horror
la paralizaba, y solamente podía observar con espanto su cuerpo deshaciéndose
por culpa del fuego, un fuego del que no conocía el origen y que la envolvía en
un aterrador abrazo de llamas al rojo vivo.
Mientras intentaba
calmarse con una taza de valeriana, escribía en su cuaderno la terrorífica
vivencia de aquella noche mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Tenía
que tomar una decisión drástica. No podía ser un caso aislado, seguramente
habría gente con experiencias similares, aunque no sabía por donde empezar a
buscarlas.
Habiendo agotado la
vía médica, decidió que lo suyo iba más allá de lo normal, por lo que dejó a un
lado su escepticismo y buscó en internet alguna asociación de psíquicos o
mediums que le inspirasen la suficiente confianza como para exponerles su
dolencia.
El resto del día lo
empleó buscando casos similares al suyo y las soluciones adoptadas por los
afectados.
Se interesó por el
caso de Nicolle Millet, muerta por combustión humana espontánea en 1725, así
como por el de la condesa de Cesena, hallada convertida en cenizas en su
dormitorio alguna noche anterior al año 1731.
Pero el caso que le
impactó de verdad fue el de Mary Reeser, en Florida. Además era relativamente
reciente pues había ocurrido en 1951. Esta viuda de 67 años parece ser que fue
hallada totalmente calcinada en una silla en un rincón de su habitación. El
cráneo estaba tan derretido que quedó convertido en una bola sin forma, y solo
fue identificada gracias a un pie. La policía de Florida determinó que se había
quedado dormida con un cigarrillo encendido que, prendiendo su bata, había
provocado tan tremendo incendio. Lo extraño es que éste solo afectó a la señora
Reeser y la zona donde se encontraba sentada.
Leyó con detenimiento
las explicaciones científicas del fenómeno. Excluyendo el asesinato, se
encontraba el llamado “efecto mecha”. Según éste, una fuente externa puede
prender fuego a una prenda vestida por la víctima. El calor va derritiendo la
grasa corporal subcutánea y hace que el cuerpo se queme a una temperatura menor
de lo que en teoría sería necesario, es decir, a menos de 1700 ºC, ya que la
grasa humana arde a 215 ºC o incluso menos si está embebida en una mecha.
Susan hizo un descanso
para prepararse un sándwich. Escuchó sonar el móvil varias veces, pero no
respondió, ni tan siquiera revisó quién había llamado. Estaba decidida a
encontrar alguna respuesta y a no pasar ni una noche más sin esperanza de
vislumbrar una pequeña luz al final de túnel. Le consolaba saber que a pesar de
haber sufrido varios episodios siempre se despertaba a tiempo de evitar una
muerte por ignición, pero no sabía hasta cuando seguiría controlando los
fatales efectos de su mal.
Intentó mantener la
mente fría y prepararse para seguir leyendo sobre el tema. No cesaba de tomar
apuntes de referencias a lugares y detalles de los casos con los que se
encontraba. Una vez agotada la vía científica, decidió pasar a la paranormal.
Intentó preparar su mente y abrirla a nuevas posibilidades. Era consciente de
que lo suyo se trataba de algo más que de tremendas pesadillas pasajeras, así
que se preparó para analizar todo tipo de explicaciones esotéricas.
Devoró el sándwich y
se acordó de que, al no haber ido a trabajar, no había recogido la edición
diaria del periódico al que estaba suscrita en la conserjería. Levantó el
auricular del teléfono fijo, imitación de los modelos antiguos de hierro forjado,
y marcó el cero haciendo girar la ruedecilla. Enseguida le atendió Wayne, el
conserje de la urbanización donde residía Susan.
- Buenos días, Wayne, digo… buenas tardes.
- Buenas tardes, señorita Howard – su voz sonaba animada - ¿en qué puedo ayudarla?
- Es que me olvidé de recoger hoy el diario, ¿podría subírmelo cuando le venga bien? No creo que salga hoy de casa.
- Claro que sí, no se preocupe – contestó servicialmente el conserje.
Buen muchacho, el
conserje.
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