miércoles, 10 de julio de 2013

COMBUSTION - CAPITULO VIII -





La mujer que abrió la puerta de la consulta del doctor Gonçalves era extremadamente alta y delgada. Su sonrisa parecía superficial, como si la tuviera ensayada para recibir a los pacientes y desapareciera de su cara nada más verlos entrar. Tenía el pelo recogido en un moño y gafas que le resbalaban por la nariz, dándole un aspecto de rata de biblioteca. Susan presentía que quizá había sido una antigua paciente a la que el doctor propuso para atender a las nuevas visitas, por su aire inseguro y forzadamente formal.
Se sentó en una pequeña butaca tapizada en terciopelo de suaves colores y admiró las láminas de cuadros de Monet colgadas en sitios estratégicos y a la altura de la vista de cualquiera que entrara. Su visión invitaba a la reflexión y a la paz de espíritu, anhelando la visita de lugares rodeados de naturaleza. Tomó una de las revistas que reposaban en la mesa más cercana y la abrió distraídamente, hablaba sobre nutrición. Sus ojos se desplazaban de forma involuntaria por toda la estancia, yendo a parar en la mujer de moño. En ese momento hablaba por teléfono y su voz sonaba dura y profesional. Otro signo más de inseguridad.
Susan pegó un respingo cuando la puerta de su derecha se abrió y un hombre de mediana edad, calvo y algo sobrado de peso le indicó con un ademán de la cabeza que podía pasar. Su aspecto no le dió buena impresión, pero decidió que aún era pronto para juzgarlo.
El despacho de Artur Goçalves era totalmente blanco. Blancas las paredes, blanco el mobiliario, blancos los marcos de los cuadros y los pocos adornos de las estanterías. La única nota de color la daban los lomos de los libros situados detrás de la gran mesa que llenaba toda la parte central de la estancia. Una gran alfombra blanca de pelo largo rodeaba la mesa y la silla de cuero, blanco.
Le indicó con la mano que se sentara en un pequeño diván y por fin pudo oír el sonido de su voz.
- Buenos días, señorita Howard - al contrario que la voz de la recepcionista, la suya era templada y suave.
- Buenos días, me ha comentado...
- Sí, lo sé. No se preocupe.Conmigo no tendrá que hablar demasiado. Trabajo con conceptos, es la base de cualquier terapia. Cualquier explicación surge de un concepto que la resume y define. Mi trabajo es encontrar el concepto del problema de cada paciente.
Susan se quedó impactada por estas palabras. De todos los profesionales que había visitado a lo largo de su vida éste era el único que no había comenzado con el típico: "Bueno, señorita Howard, hábleme de usted y cuénteme qué le sucede"