jueves, 7 de junio de 2012

LLUVIA - CAPÍTULO IV-

 
 
 
 
Por un momento creí estar delirando. No puede ser que esté atada. Intento moverme pero solo consigo desplazar algo la cadera y la parte superior de las piernas. Mis sentidos se despiertan de repente por el latigazo de adrenalina que provoca el miedo. Estoy tumbada en un suelo frio, con la cabeza apoyada en algo duro y los brazos atados a la espalda con lo que parece ser una cuerda gruesa y áspera. Me duelen los tobillos por el roce de los huesos entre sí. Están atados muy juntos y el intentar separarlos me provoca un dolor insoportable. Me doy cuenta de que la sangre no procede de la cara, sino de algún sitio de la cabeza. La zona alta de la nuca me palpita y noto un fino reguero de algo húmedo cayendo por mi pelo y que, debido a la postura en la que he debido permanecer bastante tiempo, acabó llegando a la boca. La dura evidencia se cierne sobre mi. Alguien me ha atacado y me retiene en algún sitio.
Mi mente empieza a trabajar a mil por hora. Se me hace incomprensible que alguien quiera hacerme daño. Llevo una vida sencilla y tranquila, sobre todo después de la muerte de mi madre, así que solo cabe pensar que algún desalmado me haya seguido para robarme o algo peor... El sudor del pánico resbala por mi cuerpo y noto la humedad en las cuerdas de las muñecas y los tobillos. De repente me pongo a gritar de forma histérica e  incontrolada. Las palabras "socorro", "ayuda", "donde estoy", salen a borbotones de forma desordenada de mi garganta seca y dolorida hasta que me pongo a toser. Un horrible espasmo provoca que mi estómago vomite un líquido viscoso que me cae en parte por encima de la ropa de deporte. La mezcla de sudor, vómito y sangre hace que vuelva a toser y que casi me ahogue en mis propios fluidos. Las lágrimas me salen a borbotones, añadiendo su salado sabor al resto de los ya existentes y que me llenan la boca. Consigo incorporarme para escupir y respirar a bocanadas el poco aire que percibo a mi alrededor. Intento secarme las lágrimas y la sangre de la cara con uno de mis hombros, girando el cuello. Echo la cabeza hacia atrás y respiro hondo por la nariz, echando el aire lentamente por la boca. Despues de repetirlo varias veces noto que las pulsaciones de mi sistema vascular se vuelven más regulares. He conseguido evitar un ataque de pánico. Mantengo los ojos cerrados un rato. Al abrirlos intento fijar la vista en un punto hasta que ésta se habitúe a la oscuridad. Poco a poco se difuminan algunas sombras.

LLUVIA -CAPÍTULO III-

 
 
 
Nunca llegué a entrar en casa. Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta perdí el conocimiento. Y no recuerdo nada más. Ahora acabo de abrir los ojos y soy incapaz de reaccionar. Noto un tremendo dolor de cabeza pero no puedo hacer que mi brazo se acerque a ella para buscar el origen del dolor. Algo me lo impide pero ahora mismo la niebla que baña mi cerebro obliga a mis ojos a volver a cerrarse...
Cuando me despierto noto que mi mente está más despejada, pero aun así no soy capaz de ver nada. Al principio pienso que el motivo es que no he podido abrir los ojos, como en esas pesadillas en las que parece tan real la imposibilidad de despegar los párpados. Me tomo mi tiempo para darme cuenta de que lo que ocurre es que estoy totalmente a oscuras. Giro la cabeza y el dolor vuelve a hacerse insoportable. Un gesto de angustia deforma mi cara y me hace fruncir el ceño. Vuelvo a intentarlo y compruebo que efectivamente no veo nada a mi alrededor. Intento concentrarme en el sentido del oído. Nada. Ni un rumor de vehículos, ni murmullos de gente, ni los ruidos habituales de obras, golpes de los vecinos o pisadas. No tengo ni la más remota idea de donde estoy ni de como he venido a parar aquí. Siguiendo mi terapia del parque, me concentro ahora en el olor. No percibo ninguno de los olores habituales de mi día a día, el perfume de los árboles y la hierba cuando corro, el olor a manzana de los productos de limpieza que usa la portera de mi edificio, el ambientador que se dispara tan pronto entro en casa... Ya me acuerdo. Algo me impidió entrar. Puede ser que me haya caído por las escaleras debido a un mareo. Recuerdo que sufrí una pequeña crisis en el parque y puede ser que me haya bajado la tensión. Como siempre subo las escaleras a pie, eso hizo que me bajara aún más, y que me desmayara. Aun así alguien debería haberse enterado. Aun no tengo la mente clara de todo. El análisis de los otros dos sentidos me lleva a una conclusión descorazonadora. Recorro con la lengua mis labios y noto sabor a sangre. Intento tocar el suelo donde estoy tumbada y no puedo. Estoy atada de pies y manos.