miércoles, 19 de diciembre de 2012
LLEGA EL FIN DEL MUNDO
Una profecía maya dice que este próximo día veintiuno se acabará el mundo. Supongo que no será verdad, pero por si acaso publicaré un minirelato sobre un hombre solitario que, obsesionado con el fin del mundo, decide fabricar su propio bunker en el que cree que podrá sobrevivir a la catástrofe que nos espera.
¿Tienes curiosidad sobre lo que le pasará?¿Será lo último que haga o conseguirá finalmente salvarse?
viernes, 7 de diciembre de 2012
A MI TÍA MARILUZ
Se hace muy duro perder a alguien
en estas fechas. Todos los días se apagan luces en los corazones de la gente,
pero cuando la luz es tan cercana parece que es el mundo entero el que se queda
a oscuras.
La luz de mi tía se extinguía poco
a poco mientras las calles y comercios se iban llenando de adornos y luces
navideñas, recordándonos que no hay nada más despiadado que el tiempo, ese ente
cruel que se niega a pararse para que podamos asimilar nuestra pérdida y
prepararnos para seguir adelante. Se hace difícil entender que el mundo siga
girando a pesar de todo, y estoy segura que para mi tío y sus hijos esa luz,
insustituible como su nombre, quedará fundida para siempre. Sin embargo quiero
pensar que ella les iluminará allí donde esté, acordándose de los que la
queríamos y de los que tanto la necesitaban.
Pero no quiero recordarla con
palabras tristes ni con pena. Ha tenido una familia estupenda y espero que se
haya reunido con los que más quería.
Desde aquí le mando ese beso que no
le pude dar, y con estas letras quiero despedirla y unirme a su recuerdo.
martes, 4 de diciembre de 2012
LLUVIA -CAPÍTULO XVIII-
CAPÍTULO XVIII
Cuando Rafaela le abrió la puerta su
primera impresión de la chica fue de abandono. La hermana de Vera era delgada y
baja, y estaba vestida con un chándal lleno de lamparones. Su cara mostraba la
sorpresa de alguien que no se espera visita a esas horas.
-
Pase… - su voz era dulce y delicada
– no recuerdo su nombre cuando le abrí la puerta del portal.
-
Inspector García, vengo a hacerle
unas preguntas para intentar esclarecer la desaparición de su hermana.
-
Sí… claro. No se si podré ayudarle
mucho – un llanto de bebé interrumpió su frase.
-
Si molesto puedo venir en otro
momento.
-
No, no, pase usted.
García entró en la casa. El salón estaba
desordenado, los sofás tenían los cojines colocados de cualquier manera y la
mesa del comedor estaba abarrotada de trastos propios de un bebé.
-
Siento el caos. Mi marido está fuera
y siempre estoy sola… bueno, con la niña.
-
No se preocupe – dijo García
dirigiéndose al asiento más cercano.
-
¿Quiere tomar algo?
-
No, por favor, me iré lo antes
posible para que pueda seguir con sus tareas. ¿Cuándo vio a su hermana por
última vez?
-
Pues… mmm… el día antes de
desaparecer. Bueno, no, hablé con ella por teléfono, pero no la vi.
-
Vive cerca ¿verdad?
-
Sí, unos portales más arriba.
-
¿Y de qué hablaron? Si no es muy
personal, claro.
-
La verdad, no lo recuerdo muy bien.
Solía ir mucho por su casa, pero desde que tengo a la niña estoy bastante
ocupada – Rafaela forzó una sonrisa y giró la cabeza hacia la que se suponía
que era la habitación de su hija.
-
¿La notó preocupada o distinta de lo
habitual?
-
No – la respuesta fue demasiado
rápida como para que el inspector García la creyera. Guardó silencio unos
segundos, que Rafaela aprovechó para bajar la mirada y sacar una imaginaria
mota de polvo de su roída camiseta.
-
Bien… así que no se le ocurre
ninguna razón por la que su hermana quisiera desaparecer o por la que alguien
la raptara.
-
¡Raptar! No querrá usted decir…
-
¡No, no! Por favor… desgraciadamente
aún no sabemos si ha desaparecido por propia voluntad o no, por eso estamos
investigando su entorno más cercano. ¿Todo iba bien en la vida de su hermana?
-
Que yo sepa sí, aunque ya le digo
que no estábamos tanto juntas estos últimos tiempos.
-
Sí, la niña ¿no? – preguntó García.
-
Claro.
El inspector pensó que
eso no debería ser algo que separase a dos hermanas, sino todo lo contrario.
Viviendo tan cerca lo normal es verse más con la excusa de estar con su
sobrina. Todo ello en circunstancias normales.
-
Bien. ¿En qué trabaja su marido?
-
Es marino. Pasa varios meses fuera.
-
¿Sabe que su hermana ha
desaparecido?
-
Pues no… ahora mismo está en
Australia, llama solo una vez cada quince días, más o menos.
-
Bueno, señora – dijo el inspector
levantándose – si se le ocurre alguna cosa que pueda ayudarnos se lo agradezco. Llame a la comisaría y
pregunte por mí.
-
Sí, sí, claro – Rafaela se levantó
nerviosa. La niña seguía llorando.
García se dirigió a la
puerta y en el último momento se giró hacia ella.
-
Su hermana lleva una semana
desaparecida, cuantos más días pasen menores son las posibilidades de encontrar
pistas fiables.
Rafaela lo miró con una expresión
indescifrable.
-
Piense que cualquier cosa podría ser
importante, aunque a usted no se lo parezca.
La duda se dibujó en la cara de la
joven madre, pero sus labios permanecieron sellados.
Un tímido “adiós” fue lo último que
escuchó el inspector antes de que la puerta se cerrara tras él.
lunes, 26 de noviembre de 2012
LLUVIA -CAPÍTULO XVII-
CAPÍTULO XVII
Es verdad
eso que dicen que nunca se sabe cómo puede reaccionar uno hasta que se ve en la
situación. Después de la ducha y de cambiarme empecé a ordenar mi antro. En una
esquina coloqué la manta bajo la que dormía, y al lado una mesita desvencijada
en la que puse los libros que mi captor me hizo llegar. Eran tres, una novela
negra de serie B, La Isla del Tesoro y Don Quijote de la Mancha. Por esta
selección no llegaría a saber nada más de mi captor de lo que ya sabía hasta
ahora. Empezaría a leer la novela negra, quien sabe si el tipo ese se guiaría
por ella para hacer lo que estaba haciendo conmigo… Lo que iba teniendo claro
es que o bien por sentimiento de culpabilidad o bien porque era novato en esto,
no tenía pensado hacerme daño. Decidí que eso me daba ventaja sobre él. Pero
tampoco debía relajarme. Seguí ordenando. Ahora tenía el dormitorio cerca del
viejo sillón, y éste justo debajo del ventanuco, para poder leer mejor y
aprovechar las pocas horas de luz. La silla la situé cerca del espejo, para
sentarme a reflexionar sin perder la noción de la realidad que me rodeaba.
Mirar a través del espejo me haría fijarme en las cosas desde otra perspectiva,
y quien sabe, a lo mejor conseguía encontrar alguna salida en la que nunca me
habría fijado viendo solo a través de mis propios ojos. De repente algo brilló
en mi mente. Fue un pequeño destello, una idea fugaz que me recorrió el cerebro
en milésimas de segundo. Poco a poco la idea fue materializándose. Iba tomando
forma y convirtiéndose en algo casi palpable a lo que aferrarme. Estaba claro
que mi raptor me tenía que ver a través de algo, o bien una cámara de video o
bien un agujero en alguna de las paredes del cuarto en el que estaba encerrada.
Cualquier cosa que intentase hacer fuera de lo normal sería inmediatamente
neutralizada. La certeza se apoderó de mí a medida que caminaba hacia el
espejo. Mi figura avanzaba lentamente, como un gato al acecho, mientras se
hacía cada vez mayor. Toqué la superficie suave y fría del cristal, centrando
mi vista en los objetos que había dejado atrás. Veía perfectamente la manta, el
sillón, hasta los libros… Fijé la mirada en mis pupilas mientras mi garganta
gritaba sin mover los labios ni emitir sonido alguno: “estás ahí detrás,
cabrón”.
lunes, 19 de noviembre de 2012
GLAMOUR FASHION NIGHT
La semana pasada, se celebró una noche de glamour en Vigo. Varias firmas organizaron un "fashion night" abriendo sus puertas hasta las doce de la noche con descuentos, invitaciones a bebidas, gominolas y sesiones de fotos. Es una buena idea para el comercio, tan de capa caída en los últimos tiempos. El mundo de la moda y complementos está en clara recesión, entre la subida del IVA y la caída del potencial económico de las familias. La que más y la que menos reciclamos el guardarropa de años anteriores, eso sí, adaptándolo a las tendencias de este otoño-invierno. Un collarcito de calaveras o unas tachuelas en los botines pueden darle el toque "in" al estilismo del día a día. En cuanto a la noche, aceptemos los "brillos" como gran protagonista, y siempre, unos taconazos, aunque acabemos con ellos en la mano...
¡Acompañadme a la noche más "glamurosa" del año!
La modelo y actriz Diane Kruger preside la portada de la revista con la que El Corte Inglés y otras firmas respaldaron la fashion night del pasado 15 de noviembre. La lluvia nos acompañó por nuestro recorrido por tiendas de sobra conocidas que se aunaron para hacer repuntar el sector a pocas semanas de la llegada de la temporada Navideña.
Una speaker vestida con un modelo en tonos dorados que dejaba al aire uno de sus hombros nos dió la bienvenida a la tienda del El Corte Inglés de la calle Urzáiz relatando, micro en mano, la oportunidad de aprovechar una noche llena de glamour para actualizar nuestro armario o por lo menos echar una ojeada a las nuevas tendencias con una copita de cava haciéndonos compañía ;o)
En la zona de Sfera nos ofrecieron la primera copa y unas gominolas, empezando por ahí nuestra visita por el local.
Un joven dj amenizaba la zona Jacks and Jones, de reciente aparíción en la tienda, ya que anteriormente solo estaban firmas como Only o Desigual. Y es que ellos también tienen derecho a tener su firma de moda, aunque me gustaría que algún representante se animara a convencer a las tiendas que comercialicen también la versión femenina!
Repusimos fuerzas con otra copita y un puñadito de moras de azúcar y seguimos...
La ropa estaba muy bien colocada en las distintas zonas y firmas de la tienda, para intentar llamar la atención de los clientes. Tanto las prendas como los complementos llamaban la atención por el colorido y los brillos tan de moda este otoño. El color azul petróleo y el berenjena combinan muy bien en este rincón de Tintoretto.
Agarramos el paraguas y nos fuimos a la siguiente tienda...
Allí nos esperaba un photocall montado en la entrada para aprovechar y sentirnos parte del glamour que nos rodeaba. Estuvimos un ratillo hablando con una dependienta, que nos comentaba apenada la mala organización del evento. En Stradivarius no había ningún tipo de descuento ni detalle para los clientes, con lo que es verdad que el ambiente era menos animado que en El Corte Inglés.
Entramos en Desigual, donde nos recibió una dependienta que nos obsequió con una colorida bolsa con el logo de la firma. Como siempre, no me decepcionó la colección de esta temporada, yo misma iba vestida con un modelo de la colección de verano del Circo del Sol.
En la entrada del local una chica te hacía la manicura gratis, pero no aprovechamos a arreglarnos las uña porque se estaba haciendo tarde y aún nos quedaban locales por visitar. Además de la manicura, la tienda tenía un porcentaje de descuento en prendas seleccionadas.
Tocaba entar en Mango!
Mango montó un stand con bebida de Malibú con piña. Fue muy agradable visitar la tienda con una copita de sabor tropical, para contrastar con la lluvia y el tiempo invernal de la calle. La tienda estaba muy bien iluminada y mi amiga y yo aprovechamos para recorrerla. Ella se compró un par de prendas y yo repetí bebida mientras comentaba con los chicos, que venían de Madrid para el evento, si en la capital el seguimiento de las fashion nights es mayor que aquí. Me contestaron que dependía de la zona y el tipo de tiendas, pero que aún no era un fenómeno muy seguido porque, y en eso llegamos a la misma conclusión, muchos comercios no aplicaban ningún tipo de descuento durante la velada, como fue precisamente el caso de Mango.
Nice Things nos recibió con una mesa alargada preciosa, con un lateral lleno de velas y varios benjamines enfriando en dos cubiteras.
Me llamaron mucho la atención los complementos, muy coloridos y variados. La colección de ropa otoñal combinaba de maravilla con los bolsos, carteras, collares y todo tipo de adornos para hacer más alegre la entrada al invierno.
El panel de la entrada, repleto de adornos y complementos de la tienda, era muy llamativo y no pude evitar sacarle una foto. La decoración, un poco vintage, coordinaba a la perfección con el resto de la tienda.
Y aquí acabó nuestra ruta. No pudimos entrar en Blanco porque ya estaba cerrado... Parece ser que fue una locura porque estaba todo al 40%, y que este superdescuento previo a la campaña navideña se mantuvo durante el fin de semana. No pude ir, así que creo que de esta vez me he perdido la oportunidad de comprar algún capricho a buen precio. Espero que eventos como este se repitan con el buen gusto de esta vez, aunque eso sí, con mayor empuje publicitario y ofertas!
¡Acompañadme a la noche más "glamurosa" del año!
Una speaker vestida con un modelo en tonos dorados que dejaba al aire uno de sus hombros nos dió la bienvenida a la tienda del El Corte Inglés de la calle Urzáiz relatando, micro en mano, la oportunidad de aprovechar una noche llena de glamour para actualizar nuestro armario o por lo menos echar una ojeada a las nuevas tendencias con una copita de cava haciéndonos compañía ;o)
En la zona de Sfera nos ofrecieron la primera copa y unas gominolas, empezando por ahí nuestra visita por el local.
Un joven dj amenizaba la zona Jacks and Jones, de reciente aparíción en la tienda, ya que anteriormente solo estaban firmas como Only o Desigual. Y es que ellos también tienen derecho a tener su firma de moda, aunque me gustaría que algún representante se animara a convencer a las tiendas que comercialicen también la versión femenina!
Repusimos fuerzas con otra copita y un puñadito de moras de azúcar y seguimos...
La ropa estaba muy bien colocada en las distintas zonas y firmas de la tienda, para intentar llamar la atención de los clientes. Tanto las prendas como los complementos llamaban la atención por el colorido y los brillos tan de moda este otoño. El color azul petróleo y el berenjena combinan muy bien en este rincón de Tintoretto.
Agarramos el paraguas y nos fuimos a la siguiente tienda...
Allí nos esperaba un photocall montado en la entrada para aprovechar y sentirnos parte del glamour que nos rodeaba. Estuvimos un ratillo hablando con una dependienta, que nos comentaba apenada la mala organización del evento. En Stradivarius no había ningún tipo de descuento ni detalle para los clientes, con lo que es verdad que el ambiente era menos animado que en El Corte Inglés.
Entramos en Desigual, donde nos recibió una dependienta que nos obsequió con una colorida bolsa con el logo de la firma. Como siempre, no me decepcionó la colección de esta temporada, yo misma iba vestida con un modelo de la colección de verano del Circo del Sol.
En la entrada del local una chica te hacía la manicura gratis, pero no aprovechamos a arreglarnos las uña porque se estaba haciendo tarde y aún nos quedaban locales por visitar. Además de la manicura, la tienda tenía un porcentaje de descuento en prendas seleccionadas.
Tocaba entar en Mango!
Mango montó un stand con bebida de Malibú con piña. Fue muy agradable visitar la tienda con una copita de sabor tropical, para contrastar con la lluvia y el tiempo invernal de la calle. La tienda estaba muy bien iluminada y mi amiga y yo aprovechamos para recorrerla. Ella se compró un par de prendas y yo repetí bebida mientras comentaba con los chicos, que venían de Madrid para el evento, si en la capital el seguimiento de las fashion nights es mayor que aquí. Me contestaron que dependía de la zona y el tipo de tiendas, pero que aún no era un fenómeno muy seguido porque, y en eso llegamos a la misma conclusión, muchos comercios no aplicaban ningún tipo de descuento durante la velada, como fue precisamente el caso de Mango.
Nice Things nos recibió con una mesa alargada preciosa, con un lateral lleno de velas y varios benjamines enfriando en dos cubiteras.
Me llamaron mucho la atención los complementos, muy coloridos y variados. La colección de ropa otoñal combinaba de maravilla con los bolsos, carteras, collares y todo tipo de adornos para hacer más alegre la entrada al invierno.
El panel de la entrada, repleto de adornos y complementos de la tienda, era muy llamativo y no pude evitar sacarle una foto. La decoración, un poco vintage, coordinaba a la perfección con el resto de la tienda.
Y aquí acabó nuestra ruta. No pudimos entrar en Blanco porque ya estaba cerrado... Parece ser que fue una locura porque estaba todo al 40%, y que este superdescuento previo a la campaña navideña se mantuvo durante el fin de semana. No pude ir, así que creo que de esta vez me he perdido la oportunidad de comprar algún capricho a buen precio. Espero que eventos como este se repitan con el buen gusto de esta vez, aunque eso sí, con mayor empuje publicitario y ofertas!
viernes, 16 de noviembre de 2012
EL ÚLTIMO VIAJE: CAPÍTULO VII -FINAL-
La oscuridad invernal se cierne sobre el cementerio. Empieza a silbar
un viento fuerte que revuelve el cabello de la mujer enredándoselo en el velo.
Ya no llueve, pero la temperatura ha descendido varios grados.
Cuando llega a casa y se mira al espejo ve que las lágrimas han dejado
un surco en su maquillaje. Esa noche sus sueños son muy agitados. Un hombre del
que no distingue más que una silueta la sigue por una calle solitaria y oscura.
El viento no la deja avanzar todo lo rápido que quiere, y la distancia se va
acortando poco a poco entre ellos. El paisaje a su alrededor no varía a pesar
de que no para de correr. De repente solo ve tumbas abiertas. La tierra
alrededor de las lápidas está revuelta, como si todos los difuntos hubieran
decidido salir de su eterno lecho a la vez. El hombre se para, y ya no oye
pasos tras ella aunque lo ve en la lejanía. Se acerca a las lápidas y nota los
pies enterrarse hasta los tobillos en los montones de tierra hedionda y húmeda.
Inclina la cabeza sobre los agujeros, pero no puede ver más que el vacío y la
oscuridad. No sabe porqué, corre frenética buscando una tumba en concreto. Las
letras de los epitafios están borradas, así que tiene que mirar los agujeros
uno por uno. Una corriente de viento helado le traspasa los huesos. El hombre
sigue acechando a lo lejos, totalmente quieto. Desesperada, llora sobre cada
una de las tumbas, y al caer al suelo, cada lágrima se convierte en una rosa de intenso color rojo y brillantes pétalos. No le queda más que un agujero por revisar.
Se inclina todo lo que puede, hincando las rodillas en la pútrida tierra que
rodea el hoyo y sintiendo ramalazos de un miedo gélido que le hace tiritar. No
ve nada, pero está convencida de que esa es la fosa que está buscando. De
repente una fuerza la empuja y cae al más horrible de los vacíos.
En un bar-hostal perdido en Italia, una mujer intenta seguir los pasos
de su hijo adoptivo fallecido hace dos años. Un cartel de “se traspasa” cuelga
solitario, balanceándose con la brisa matinal. La mujer pasea por los
alrededores, en el lugar que, según los informes policiales, fue el último en
el que vieron vivos a su hijo y a los chicos que iban con él. De repente le
parece ver movimiento detrás de una de las ventanas del local. A pesar de que
está cerrado con llave intenta forzar la puerta para averiguar si hay alguien
dentro que le pueda decir donde encontrar al antiguo dueño. Rodea el edificio y
ve una ventana medio abierta por la que se cuela decidida. Dentro está muy
oscuro y huele a polvo y humedad. Está en la zona de la cafetería. Escucha un
ruido. Gira la cabeza y algo le llama la atención en la barra. El cielo se
empieza a nublar y el estruendo de una tormenta que se acerca no logra distraerla de un objeto que emite destellos en el
suelo. Le es imposible reparar en la sombra sin cara ni forma que se va
acercando sigilosamente por su espalda mientras ella observa fascinada la
pequeña y brillante bola de color rojo.
FIN
miércoles, 14 de noviembre de 2012
EL ÚLTIMO VIAJE: PARTE VI
Dos bolas de cristal
brillan en la palma de su mano. Una emite una luz rojiza y la otra una luz
blanca. Antón levanta la vista y nota la impaciencia dibujada en la cara de
aquel misterioso hombre. “Debes elegir una”, le dice, “pero has de saber que la
roja te permitirá volver allí de donde has escapado y salvar a tu amiga, y la
blanca seguir un nuevo camino a partir de este momento”. Antón alza rápidamente
su mano hacia la bola blanca, pero el hombre le detiene. “Piénsalo bien, no
sabes qué os puede pasar a partir de ahora”. Rojo de ira y agotado por las
últimas horas vividas, Antón le grita que quien es, si es acaso el demonio que
les ha atacado en el pueblo, que va a denunciarle a la policía y varios
improperios más. En ese momento escucha a Paola llamarlo por su nombre desde la
furgoneta y cuando se gira para seguir insultando al dueño del bar descubre que
éste ya no está. Pero sí están las bolas, brillando aún con más intensidad
encima del mostrador. Las agarra junto con la bolsa y corre a la furgoneta. No
se da cuenta de que una de las bolas cae al suelo. El brillo se apaga y se
convierte en una simple bolita de cristal más.
Luca pone la furgoneta
en marcha y Antón intenta por todos los medios convencerlo de no ir al pueblo
fantasma. Le habla de que ha tenido un sueño premonitorio, pero solo consigue
que sus amigos se rían de él. Luca sigue conduciendo mientras bromea imitando
al dueño del bar y sus maneras misteriosas, y Paola le sigue el juego. Esto
hace que Antón se vaya enfadando cada vez más, sobre todo con la actitud prepotente
de Luca. Indignado por la respuesta de sus amigos le pide a Luca que pare la
furgoneta y le deje bajar, pero el chico dice que ni hablar, que no sea
estúpido y no les amargue el viaje. Paola intenta calmar los ánimos. Antón le
agarra el hombro a Luca, obligándole a dar un volantazo. Paola aparta el brazo
de Antón y le grita a Luca que disminuya la velocidad, pero éste, sin dejar de
insultar a Antón, se gira para golpearle. En un solo segundo el mundo gira
vertiginosamente. Tres cuerpos se mueven sin control como si estuvieran en el
tambor de una lavadora, mientras la furgoneta da varias vueltas de campana y se
aparta de la carretera hacia un terraplén de varios metros de desnivel. Uno de
los cuerpos sale despedido por una de las ventanillas mientras el auto choca
salvajemente contra un grupo de árboles.
No será hasta un par
de días más tarde cuando los encuentren. Dos de ellos están reducidos a cenizas
por culpa de la explosión del tanque de gasolina, y al otro lo descubren en
unos matorrales, bastante alejado de la furgoneta y de sus otros dos
acompañantes. Un forense determina que la muerte fue instantánea para los tres.
SEPTIEMBRE
La familia de Antón se
agolpa en el nicho donde éste pasará toda la eternidad. La lluvia les cala
hasta los huesos porque el tiempo había cambiado de repente y nadie traía
paraguas. Los sollozos de la madre de Antón acompañan el golpeteo de las gotas
de lluvia sobre la caja de madera. Este era el final de tantos días de angustia
y espera hasta poder recuperar el cuerpo de su hijo y enterrarlo en Madrid. Se
siente culpable por no haber evitado que se fuera a aquel viaje, o por no
obligarlo a ir acompañado, al menos. Las explicaciones de las autoridades
italianas le habían dejado fría y temía no llegar nunca a saber porqué todo había
acabado de esa manera. Compartía el dolor de las familias de los chicos
italianos fallecidos, pero en el fondo les culpaba por no haber cuidado de sus
hijos correctamente y que Antón corriera la misma suerte que ellos.
Cuando todos se
alejaban al acabar el entierro, la madre de Antón divisó bajo la lluvia una
sombra medio escondida detrás de unas lápidas. Le hizo un gesto a su marido de
que fuese yendo al coche y se acercó a ella. No le hizo falta acercarse
demasiado para darse cuenta de quién era.
-
Qué haces aquí –
le dijo a la sombra.
-
Tengo derecho a
decir adiós a mi hijo – le contestó ésta a través de un velo.
-
Solo lo pariste y
lo abandonaste, no era tu hijo.
-
Me lo quitaron,
no lo abandoné. Y tú le has contado que estaba muerta.
-
Era lo mejor para
él, ya lo sabes. De todas formas nunca falté a mi promesa de irte informando
periódicamente de cómo estaba.
-
¿Tienes lo que te
pedí?- preguntó la sombra.
-
Sí, era lo único
que llevaba encima cuando lo encontraron. Nunca se lo había visto, pero si es
importante para ti puedes quedártelo – la sombra agarró ansiosa el objeto que
la otra mujer le entregaba.
Cuando la madre de Antón se giró para irse, tuvo unas últimas palabras
para aquella mujer que había vivido a la sombra todos aquellos años.
-
Parece que, finalmente,
ninguna de las dos hemos sabido cuidar de él – luego se marchó corriendo hacia
el coche, donde le esperaba su marido y una nueva y dura vida sin el niño que
había criado como si fuera suyo.
Ahora está segura de que su hijo, al igual que hizo ella en su momento,
decidió no volver al pasado para corregir una mala acción y optó por la nueva
alternativa en un mundo paralelo.
Cierra los ojos mientras recuerda como si fuera este mismo instante, la noche que abandonó a su pequeño
bebé a las puertas de un orfanato. En una cestita de mimbre y envuelto en una
manta con el nombre de Antón bordado, su hijo la mira con unos ojos
terriblemente grandes y despiertos. Sin pensarlo dos veces se aleja corriendo
hacia la oscuridad. Amparada por la noche ve una luz encenderse mientras alguien
abre la puerta del orfanato y recoge la cesta. Intenta poner la mente en blanco
y no pensar en aquellos bracitos y en aquella boquita pegada a su pecho. No puede
evitar intentar ver a su hijo por última vez y se acerca de nuevo al orfanato.
A través de una ventana es testigo de una terrible escena. Dos monjas discuten
de forma acalorada, señalando constantemente la cesta donde Antón llora
congestionado. La conversación sube de tono y ve horrorizada como una de las
monjas coge un cojín y lo aprieta sobre el niño ante la mirada espantada de su
compañera. El tiempo se detiene. Ha dejado de oírse el llanto del bebé. Las
monjas miran a su alrededor y cierran inmediatamente la persiana de la ventana
desde la que una madre acaba de contemplar el asesinato de su hijo. Nota la
sangre congelarse en sus venas.
Para ella la salvación llegaría un año más tarde, cuando se casó con un
enfermero del centro y pudo empezar una nueva vida. Nunca le habló del niño,
aunque estuvo a punto de hacerlo cuando le diagnosticaron una atrofia que le
impediría tener más hijos. Un día fue a hablar con la madre adoptiva de Antón a
intentar convencerla para que la ayudara a recuperarlo, pero era demasiado
tarde. Solo consiguió de la mujer una promesa de mandarle cartas periódicamente
sobre la evolución del niño. Las lágrimas velaron su mirada, y se prometió que serían las últimas
que derramaría por él. Cuando estaba aparcando el coche en el garaje de su casa
le pareció ver una sombra detrás de una columna. Al llegar a ella no vio a
nadie, pero un pequeño destello llamó su atención desde el suelo. Recogió la
pequeña bola roja y la unió a la blanca que todavía conservaba dentro de la
bolsita, perdida en el fondo del cajón de su mesilla de noche.
martes, 13 de noviembre de 2012
EL ÚLTIMO VIAJE: PARTE V
Antón bracea
desesperado, haciendo que buena parte del maloliente líquido desborde fuera de
la bañera. Intenta agarrarse al borde, pero los nervios le traicionan y se
resbala continuamente de manera que su cabeza nunca acaba saliendo a la
superficie. Chapotea frenéticamente procurando no marearse por la falta de aire
puro. Nota fuertes arcadas que torturan su estómago, y cuando las fuerzas
empiezan a fallarle, algo o alguien lo saca de la asquerosa bañera y lo tira al
suelo violentamente. Inmediatamente empieza a presionar su esternón haciendo que vomite
restos de líquido y de la poca comida que haya podido quedar en su estómago durante
las últimas horas. No es capaz de abrir los ojos y los accesos de tos son tan
seguidos que teme expulsar los pulmones por la boca. Lo primero que ve cuando
abre los ojos es la cara de Paola. Su expresión es de preocupación y sus ojos
tienen la misma mirada de pánico que la de Antón. Éste no es capaz aun de oír
lo que le está diciendo, pero por la urgencia de su tono entiende que le está
apurando para salir de allí. Se levanta con mucha dificultad y necesita
apoyarse en ella para dar los primeros pasos. Paola susurra como una demente
mientras tira de él hacia una esquina de la habitación. La frase “todos están
muertos” sale de su boca una y otra vez
de forma que Antón la escucha como si de un eco se tratara. Sin tiempo para
alegrarse por encontrarse con su amiga, Paola se inclina sobre el suelo y
aparta con movimientos rápidos una pesada alfombra que llena de polvo el ya
cargado ambiente de la sala. Increpa a Antón para que le ayude a levantar la
puerta de una trampilla escondida en el suelo, pero éste no es capaz casi ni de
respirar. Le palpita la cabeza y le duele la cara de manera espantosa.
Braceando por salir de la bañera se golpeó brazos y piernas, así que ahora solo
es capaz de arrastrarse hacia el agujero
que su compañera acaba de dejar al descubierto con mucho esfuerzo. Paola ayuda
a Antón empujándolo para que se deslice por la rampa que da a algún lugar del
subsuelo, pero en el momento en que ella está a punto de seguirle desaparece
como si algo la absorbiese. Antón, aterrado por la idea de que aquello que le había atacado volviera a
cebarse con él, agarró un extremo de la alfombra que había apartado Paola y se
tapó, intentando esconderse así de la vista de aquel demonio asesino. Se
encogió en posición fetal y, temblando, escondió todo lo que pudo la cabeza
entre las rodillas, sin atreverse casi a respirar. La parte más racional de su
cerebro le decía que se dejase resbalar y fuera a dar lo más lejos posible del
horror que había vivido, pero la parte que gobernaba sus sentimientos le
reprochaba su actuación cobarde. Paola le había salvado de morir ahogado,
jugándose la vida para ayudarlo a escapar, y ahora él se encontraba temblando
como un bebé, sin ser capaz de mover un dedo por su amiga. Sabía que cada
segundo que pasara era importante, y la imagen de sus compañeros de viaje
colgando de una cuerda le machacaba la mente como si de un mismísimo martillo
se tratara. Finalmente se impuso su instinto de supervivencia y, tratando de
convencerse de que sus músculos actuaron por voluntad propia y en contra de sí
mismo, se dejó caer al vacío.
AMANECER
Antón se despierta
aturdido. Se encuentra desayunando, preparando con calma sus tostadas,
untándolas con la maravillosa mantequilla casera que les ofrece el dueño del
bar donde habían parado a dormir. No da crédito a lo que ve. Ya no está en
ningún agujero, y ha desaparecido el dolor de cabeza y de todo el cuerpo.
Suelta el cuchillo de untar y se palpa la nariz, descubriendo que no está rota.
Paola y Luca están tomando café tranquilamente. Se encuentran en perfectas condiciones.
Se pregunta donde estarán Marco y María,
pero de repente se acuerda de que decidieron irse y no visitar el pueblo
fantasma. Las imágenes pasan por delante de sus retinas como diapositivas a
toda velocidad: la lluvia, el encontrarse solo de repente, la casa vieja, la
bestia sin cara que le golpeó salvajemente y colgó a sus amigos, la bañera
llena de (estaba seguro) la sangre de otros desgraciados, Paola, su decisión de
no ayudarla… la miró fijamente hasta que ella, confusa, le devolvió la mirada
con un gesto de interrogación. Le preguntó si le pasaba algo, pero la vergüenza
hizo que Antón bajase la cabeza y contestase con un débil “no, nada”. El sol
brillaba a través de la ventana, y Luca se aventuraba a hablar sobre lo que se
encontrarían una vez que llegasen al pueblo, bajo la atenta mirada del dueño
del bar.
Por primera vez Antón
se fijó en él. Bajo y de facciones corrientes, nada hacía ver algo especial en
sus gestos, aunque algo le decía que aquel hombre escondía algo. En ese momento
estaba esperando a que acabasen de desayunar, apoyado sobre ambas piernas y con
las manos en los bolsillos. Sus miradas se encontraron y Antón notó como si una
luz le perforase el cerebro. No pudo sostener su mirada por mucho tiempo. Cerró
los ojos y cuando los volvió a abrir el hombre ya no estaba. Antón intentó
relajarse y pensar que todo lo que había pasado no era más que una horrible
pesadilla. No muy convencido, sigue a sus amigos hacia la furgoneta para
marcharse de allí lo antes posible e intentar convencerles de volver a casa
rápidamente, pero algo se lo impide. El dueño del bar, que apareció como de la
nada, le agarra del brazo y se deja llevar por él hacia el rincón de la barra
donde ya sabía que irían. Aterrado por todo lo que estaba reviviendo, fijó sus
pupilas en las del hombre y pudo ver en ellas que lo que había soñado se iba a
volver realidad inevitablemente. Temblando, recoge la bolsita que le
entrega. El hombre le hace un gesto de asentimiento y Antón la abre.
lunes, 5 de noviembre de 2012
EL ÚLTIMO VIAJE: PARTE IV
NUEVE DE LA NOCHE
Antón se despierta
sobresaltado. Le ha parecido oír un ruido. En estos momentos la tormenta está
justamente encima de la casa, pero lo que ha oído no tiene nada que ver con el
tiempo. Se levanta poco a poco y se frota las rodillas, entumecidas por la
postura de las últimas horas y la humedad. Vuelve a oír el ruido. Parece como
si alguien estuviese arrastrando algún mueble en alguna zona del piso superior.
Se dice a sí mismo que es imposible, que seguramente su imaginación le está
traicionando. Se está sacudiendo los restos de ceniza de los pantalones cuando
vuelve a oír un ruido, esta vez más fuerte. Es como si un armario se hubiera
caído al suelo. El miedo le deja paralizado, pero enseguida se da cuenta de que
la lluvia y el viento deben estar provocando más estragos en la casa. La
oscuridad no le deja más que intuir donde están las escaleras, aunque no piensa
subirlas. El estado ruinoso de toda la construcción podría hacer que éstas se
deshiciesen nada más pisar algún escalón. La desesperación se apodera de él, y
un ramalazo de angustia le recorre el cuerpo. Se dirige a la puerta con la idea
de salir de allí, pero en ese momento escucha un susurro. No se atreve a girar
la cabeza hacia el sonido. Juraría que proviene de algún sitio muy cercano
a él. Se tapa los oídos y se encamina de nuevo hacia la chimenea, pero una
sombra se le cruza justo delante, seguida por una ráfaga de aire helado. Antón
empieza a temblar y nota que sus músculos no le responden. Eleva una mano al
frente comprobando que nada se ha interpuesto en su camino, y en ese
instante algo le agarra por los pelos y lo tira hacia la pared provocando un
ruido tremendo y que cientos de astillas salgan por los aires. Pierde el conocimiento durante unos segundos, pero
cuando intenta levantarse siente otra vez que una fuerza le empuja de nuevo hacia
la pared y lo mantiene contra ella fuertemente agarrado por el cuello. Su
garganta está atrapada por algo que no le deja respirar, así que comienza a
emitir jadeos y a pedir ayuda de forma ininteligible. Otra fuerza le golpea una
mejilla y nota que el hueso de la nariz estalla dentro de su cabeza. El dolor
se hace insoportable, y Antón se deja vencer por el pánico. Bracea y patalea incontroladamente,
intentando liberarse de su agresor, aunque sus esfuerzos son en vano. Cuando
pensaba que soltaría el último aliento escucha un grito e inmediatamente la
fuerza lo suelta, haciéndole caer como un bulto inanimado. Atontado por la
falta de oxígeno, casi no se da cuenta de cómo le arrastran por los pies, ni de
cómo lo suben por las escaleras mientras su cabeza va golpeando los escalones
uno a uno.
MEDIANOCHE
Antón abre los ojos
lentamente. Un líquido espeso, seguramente sangre, se le mete entre los párpados y le impide ver lo
que hay a su alrededor. El dolor en la nariz es tan intenso que se extiende a
toda la cabeza. Intenta levantarse pero no es capaz. Los brazos le fallan, y
casi no siente las piernas. Logra erguir la cabeza y lo que ve le hace emitir
el grito más aterrador que jamás se haya escuchado.
Antón se encuentra
ante un escenario dantesco. Delante de él están colgadas por el cuello dos personas,
balanceándose suavemente. Solo distingue sombras, pero lo suficientemente
claras para darse cuenta de que no pueden estar vivas. Sin embargo escucha
gemidos procedentes de algún rincón de la sala donde se encuentra. Se frota los
ojos y busca la puerta desesperadamente, pero descubre horrorizado que tanto
ésta como la única ventana que ve están tapadas con tablas clavadas a los
marcos. De repente es consciente del olor hediondo de la sala. Se levanta en un
acto reflejo y se lanza hacia la puerta, intentando arrancar las maderas sobre
ella. Se hace daño en los dedos, y nota cómo varias uñas se le rompen en un
esfuerzo desesperado por meterse entre las rendijas de las tablas claveteadas.
En ese momento vuelve a notar la fuerza que le agarra de la camiseta por la
espalda y le lanza bruscamente hacia el suelo. Su cabeza choca con los pies de
uno de los colgados, y una zapatilla deportiva le cae encima de las piernas.
Enseguida reconoce el calzado. Es de Luca. Su cara ya no puede expresar más
horror cuando alza la mirada hacia el cuerpo que cuelga sobre él. Las cuencas
sin ojos de su amigo le miran desde las alturas, y un chorro de saliva que le
cuelga de los labios le cae en las manos, quemándole como ácido puro. Dirige su
vista hacia el otro cuerpo, temiéndose lo peor, pero el que está al lado de
Luca no es el cuerpo de Paola, sino de Marco, su otro compañero de viaje que
junto a su novia María, se habían marchado haciendo autostop antes de llegar a
aquel pueblo maldito. Antón hunde la cabeza entre las manos y comienza a llorar
inconsolable. De repente se levanta como un poseso y girando sobre sí mismo se
coloca en posición de ataque, gritando improperios hacia la fuerza que le ha
atacado varias veces y que se supone que ha colgado a sus amigos. Enajenado y
medio cegado por las lágrimas recorre toda la sala buscando al responsable de
aquella sinrazón, pero nada responde a sus amenazas e insultos. Agotado y
desesperado, se dirige hacia los cuerpos e intenta descolgarlos, llamándoles
por sus nombres. Tampoco en este caso obtiene respuesta alguna ni encuentra
la manera de soltarlos. Completamente abatido camina hacia atrás para apoyarse
en la pared más cercana, pero de nuevo algo le impide avanzar. Se gira
bruscamente y un olor intensamente fétido llena sus fosas nasales. Pierde la conciencia
por unos segundos mientras su cuerpo desmadejado se hunde en una bañera desbordante
de un líquido espeso y oscuro.
EL ÚLTIMO VIAJE: PARTE III
SIETE DE LA TARDE
Las nubes habían
cubierto el cielo de una densa capa gris plomo. Enormes cúmulos se movían
frenéticamente convirtiendo los restos del pueblo en un vaivén de sombras de
formas terroríficas. Estaba empezando a llover, y gruesas gotas caían como pequeños
cristales transparentes sobre el cuerpo de Antón. Acurrucado debajo de la
marquesina de lo que debió haber sido el ayuntamiento del pueblo, notaba un
charco formándose alrededor de él. Ya no sentía las lágrimas caer por su
mejilla, confundidas con la lluvia resbalando por su cabeza, ni el frío que
atenazaba sus extremidades. La oscuridad campaba ya a sus anchas y miles de
sonidos extraños resonaban en los tímpanos de Antón. Totalmente empapado decidió moverse para
tratar de entrar en calor. Ya nada podía hacer más que pasar la noche dentro
del edifico en mejor estado que encontrara. El problema es que casi no podía
andar entre los charcos de agua y barro que se formaban rápidamente por todas
las callejuelas. Divisó a lo lejos un pequeño otero coronado por una extraña
construcción y corrió hacia allí. A cada paso temía hundirse en el lodo y
desaparecer como si se tratasen de arenas movedizas. Llegó sin resuello a la
loma y haciendo visera con las manos para desviar el agua de lluvia de sus ojos
fijó la vista en el pequeño edificio que tenía a pocos metros. Parecía una
vieja casa de estilo antiguo, de dos plantas y en estado ruinoso. Antón
permaneció de pie delante de la puerta un buen rato, con el agua calándole los
huesos. Dudaba si entrar o no. La oscuridad y la densa lluvia dibujaban un
paisaje fantasmagórico a su alrededor, provocándole ganas de llorar de
impotencia y miedo. Ninguna de las construcciones del pueblo se encontraba en
tan relativamente buen estado como la que tenía delante, y estaba claro que
tenía que refugiarse en algún lado. Sin pensarlo más, dirigió sus pasos hacia
la puerta de la casa que, como la boca de un enorme monstruo imaginario, le
daba una dudosa bienvenida.
El esfuerzo de empujar
la pesada puerta de madera maciza lo dejó exhausto. Dentro solo reinaba la
oscuridad, interrumpida de vez en cuando por los relámpagos que anunciaban que
se acercaba una tormenta. Lo primero que notó fue una ráfaga de aire frío que
le empujó con tal fuerza que casi le hace caer. Miles de sombras bailaban
dentro de una estancia de grandes dimensiones que parecía haber sido el
elegante salón de una casa lujosa. Antón se quedó inmovilizado de miedo. Sus
ojos trataban de acostumbrarse a la oscuridad para identificar lo antes posible
los objetos que le rodeaban. Intentó tranquilizarse y respirar hondo. Por lo
menos estaba bajo techo. Escuchaba la lluvia golpear fuertemente los restos de
las ventanas y las paredes, y se intuían cientos de goteras repiqueteando sobre
el suelo de baldosas. Antón empezó a andar cauteloso y con los brazos estirados
al frente para evitar chocar con algún objeto indeseado. A cada resplandor de
los relámpagos aprovechaba para avanzar hacia el lugar más seco y seguro que
encontrara, sobresaltándose con los nuevos ruidos que detectaba cerca de él. Finalmente
le pareció entrever una chimenea y se dirigió hacia ella. Había rescoldos y
restos de madera carbonizada, pero estaba seco y a salvo de las corrientes de
aire. Antón sollozó mientras su cuerpo temblaba de frío y miedo. Su mente retrocedió
varios años, cuando sus padres le contaron que era adoptado y que su madre
biológica, una drogadicta que lo había abandonado en una casa de acogida en
Galicia cuando solo tenía un mes, murió sin querer saber nada de él. Ese día se
planteó cual habría sido su suerte si en lugar de haber sido adoptado hubiera
permanecido con su madre. Sin embargo era hoy cuando realmente se daba cuenta
de todo lo que su familia adoptiva había hecho por él. Nunca le había faltado
de nada, ni lujos ni comodidades, y ahora valoraba de verdad todo aquello. Era
consciente de que no todo el mundo vivía como él, pero se consideraba bien
pagado por el hecho de haber sido abandonado.
miércoles, 31 de octubre de 2012
EL ÚLTIMO VIAJE: PARTE II
Antón no lograba
dormirse. La cama era incómoda y notaba humedad en toda la estancia. Paola
respiraba acompasadamente a su lado, como si todo lo sucedido no le hubiera
afectado, pero Antón temblaba de indignación. De los cinco que comenzaron la
excursión solo quedaban tres, Luca, Paola y él. Los otros dos, una pareja, se
habían marchado haciendo autostop, enfadados por las divergencias de opinión.
La discusión entre ellos y Luca había sido tan acalorada que Antón temió que
llegaran a las manos. Ellos insistían en volver y buscar otro destino, pero
Luca se empeñaba en ir al pueblo elegido inicialmente. El problema había
surgido cuando el dueño del bar donde habían cenado les comentó que el famoso
pueblo había sido abandonado después de una fuerte riada, y que eran muchas las
habladurías sobre gente que había ido a visitarlo y nunca más se les había
vuelto a ver… A Luca le brillaron los ojos de emoción ante estos comentarios,
pero no así al resto. El hombre les aconsejó otros lugares cercanos donde
seguramente verían cosas más interesantes, como monolitos y restos muy
antiguos, pero Luca insistió en que les indicase por donde ir al pueblo
fantasma. Se sometió la decisión a votación y, para sorpresa de Antón Paola,
que había estado callada hasta el momento, votó por ir al pueblo abandonado.
Así que tuvo que apoyarla, para evitar darle ventaja a Luca, ya que estaba
seguro de que a éste le gustaba Paola. Al
día siguiente se levantarían temprano para visitar el dichoso pueblo, y Antón
esperaba que no hubiera mucho que ver y marcharse de allí lo antes posible.
OCHO DE LA MAÑANA
El desayuno
transcurrió en silencio. Antón preparó con calma sus tostadas, untándolas con
la maravillosa mantequilla casera que les ofreció el dueño del bar. No había
nadie más sirviendo, por lo que Antón intuyó que el hombre no tenía empleados
ni muchas visitas en general. Miró a sus amigos y no vio atisbo de inquietud en
ninguno de ellos, pero tampoco estaba ya presente la alegría con la que habían
iniciado el viaje. Paola le miró y sonrió, haciendo pensar a Antón que la
decisión de quedarse con ella había sido la mejor decisión de su vida. Al
acabar el desayuno se dirigieron a la furgoneta, pero el dueño del bar agarró inesperadamente
el brazo de Antón, algo rezagado de sus compañeros, y con un gesto le indicó un
rincón cerca de la barra. Una vez allí le miró fijamente y le tendió una mano
con el puño cerrado. Antón cogió lo que el hombre le entregaba, un pequeño
saquito de terciopelo negro. Iba a preguntar qué era, pero el hombre pegó un
dedo a su boca en señal de silencio. En ese momento escuchó como Paola le
llamaba y notó como el misterioso dueño del bar le empujaba hacia la furgoneta.
Antón se metió el saquito en uno de los bolsillos traseros del pantalón y se
encaminó hacia sus amigos.
DIEZ DE LA MAÑANA
Por fin se veía a lo
lejos la silueta de lo que se supone que sería el pueblo. A pesar de la luz de
la mañana se intuían solo sombras y formas grotescas. Se pararon a contemplarlo
desde lejos. El sol brillaba en donde estaban, pero por la zona del pueblo se
perfilaban unos nubarrones oscuros que presagiaban tormenta. Luca comentó que
la predicción meteorológica no decía nada de que fuera a llover, así que
seguramente serían nubes pasajeras. Antón no estaba tan seguro.
A medida que se iban
acercando a las casas el cielo se oscurecía. Los rayos de sol que les
acompañaran durante el viaje habían desaparecido por completo. La electricidad
se palpaba en el ambiente y Antón notaba como se le erizaba el vello de los
brazos y la nuca. Un mal presentimiento se apoderó de su ánimo, y su corazón
empezó a palpitar sin control. Agarró la mano de Paola y sin darse cuenta la
apretó tanto que ésta hizo un gesto de dolor. No se atrevía a contarles a sus
compañeros lo mal que le hacía sentir ese lugar, así que intentó dibujar una
sonrisa mientras se admiraba de la entereza de Luca y Paola.
Había tanta humedad
que los zapatos chapoteaban en el barro. Las montañas que se veían al fondo no
debían permitir que el sol incidiera sobre las casas durante muchas horas al
día, por lo que algunas callejuelas estaban totalmente anegadas. El dueño del
bar tenía razón: no había nada que ver allí, salvo quizá los restos de las
viviendas que habían sido destruidas por la riada y estaban literalmente
enterradas hasta el tejado y rodeadas de lodo. Decidieron que se quedarían
hasta después de comer los bocadillos que les había preparado el hombre del bar
y que luego se irían de allí.
DOS DE LA TARDE
Habían escogido un
rincón más o menos soleado para sentarse a comer. Ahora estaban los tres
tumbados, charlando sobre la mala idea que había sido visitar aquel pueblo. Los
ánimos habían mejorado algo y Antón estaba contento de que por fin iban a
abandonarlo y olvidarse de él, como había hecho el resto del mundo. Cerró los
ojos e inspiró fuertemente, intentando llenar sus pulmones del aire fresco que
les rodeaba.
CUATRO DE LA TARDE
Antón
miró la hora en su reloj y dudó de lo que sus ojos veían. Se encontraba solo,
echado sobre la manta. Lo primero que se le vino a la cabeza fue que se quedó
dormido y sus amigos aprovecharon para dar una última vuelta antes de marcharse
de allí. Le dio rabia que no lo hubieran avisado, y que Luca aprovechase la
ocasión para intimar con Paola. Se levantó frotándose el cuerpo aterido de frío
con las palmas de las manos, recogió la manta y se dirigió al lugar donde
habían aparcado la furgoneta. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que no
estaba donde la habían dejado. Un sudor frío le recorrió el espinazo. En un
principio se negó a pensar que le habían abandonado. No podía ser. Seguramente
habrían ido a algún sitio con ella, y pronto volverían. Sin embargo algo le
decía que las cosas no iban del todo bien
SEIS DE LA TARDE
Antón vagaba por todas
las callejuelas del pueblo. Se lo conocía ya palmo a palmo. Su nerviosismo iba
en aumento y miraba el reloj cada dos minutos. Con la furgoneta se habían
llevado su mochila y su teléfono móvil. Estaba totalmente incomunicado y a unos
ciento cincuenta kilómetros del pueblo habitado más cercano. Empezaba a
preocuparse de verdad. La cabeza le daba vueltas y siempre llegaba a la misma
conclusión: algo les había pasado a sus amigos y no iban a volver a por él.
(Seguirá…)
EL ÚLTIMO VIAJE: PARTE I
Quizá creas que por estar sentado en tu sofá, con la puerta
de tu casa bien cerrada, estás a salvo de cualquier cosa que venga del exterior
y pueda perturbar tu tranquilidad. Ah, qué equivocado estás, querido lector…
Ahora mismo lees estas líneas acurrucado en tu manta, echando de vez en cuando
un ojo a la lluvia que golpea la ventana, sintiéndote seguro y cómodo entre las
cuatro paredes del salón. No temes que nada ni nadie pueda interrumpir de
manera repentina tu agradable velada, porque has hecho todo lo posible para que
así sea. Has comprado un libro de terror, ese que llevas tiempo esperando que
salga a la venta, y te has prometido que hoy va a ser el día en que empieces a
leerlo. No has quedado con tu novia, ya has realizado la llamada semanal a tu
madre, preparaste ese trabajo para la clase de ciencias y ahora estás recostado en el sofá con una
hamburguesa y una cerveza a mano. Estás feliz. Sólo tienes encendida una luz,
la de la lámpara de la esquina, para dar ambiente al momento que estás
viviendo.
Empiezas a leer…
Antón estaba acostumbrado
a viajar. Era algo que a sus padres no les convencía del todo, pero ya les
había avisado: “si saco las mejores notas de toda la clase me dejáis un verano entero sabático, sin
clases de golf, sin cursos de patrón de yate, solo para hacer lo que más me
gusta”. Y lo que más le gusta a Antón es viajar de mochilero, él solo, de ahí
la preocupación de sus padres. Aprovecha cualquier hueco en su apretada agenda
para marcharse. Y éste sería el viaje más largo. Antón había sido el mejor de
su clase, sacando las notas más altas con mucha diferencia. Sus profesores
llamaron a sus padres para darles la enhorabuena personalmente, así que cuando
Antón les dijo que se marcharía los tres meses de verano a Europa no pudieron
negarse. Disponía de la beca que había ganado el curso anterior por ser uno de los
mejores estudiantes del año, así que se iría tres largos meses con el dinero
suficiente en el bolsillo para moverse por toda Europa si lo deseaba. A sus
veintitrés años solo había podido viajar por España, así que ahora había
llegado el momento de ampliar su radio de acción. Y tenía muy claro por dónde
empezaría.
JULIO, ITALIA
Antón está sentado en
una cafetería en Florencia. Mientras paladea su delicioso capuchino piensa que
su tan deseado viaje no estaba siendo todo lo divertido que esperaba. En tres
semanas había recorrido casi toda Italia, y ahora se encontraba en la Toscana,
su destino más esperado desde hacía años. Idealizaba la cultura italiana,
cautivadora y costumbrista, e incluso había estado dando clases de italiano
para poder integrarse mejor, pero tenía que reconocer que se estaba aburriendo.
Abrió su cuaderno de notas. El día siguiente lo dedicaría a recorrer todo el
centro histórico de la ciudad, admiraría la cúpula de Santa María del Fiore e
iría a ver el David de Miguel Ángel a la Galería de la Academia. Pasó las hojas
con desgana. Todo lo que había estado preparando con tanta ilusión le parecía
ahora insulso. Su estado de ánimo estaba por los suelos y no sabía porqué.
Mientras daba vueltas a su ya frío café las mesas de su alrededor empezaron a
llenarse de jóvenes gritones que seguramente habían quedado allí para reunirse
y prepararse para una noche de fiesta. Se fijó en ellos disimuladamente. Sintió
envidia de su alegría y compañerismo. Él nunca había formado parte de una
pandilla, ni se había reunido con tanta gente para hacer planes. La soledad se
le echó encima como las inevitables nubes que preceden a una tormenta…De
repente se dio cuenta de que una de las chicas del grupo le miraba. Bajó la
cabeza avergonzado. Nunca antes le habían mirado así.
UNA SEMANA DESPUES
Antón no podía
sentirse más feliz. Esta semana con Paola estaba siendo la mejor semana de su
vida. Había olvidado todos los planes escritos en su libreta y se había dejado
llevar por la maravillosa energía de Paola y sus amigos. Los días con ella y
las noches con todo el grupo le habían abierto un mundo que no conocía,
encerrado como había estado en sus libros y actividades extraescolares en
Madrid. Por primera vez en su vida se sentía un joven normal e integrado. Sus
sentimientos hacia Paola provocaban una auténtica revolución en sus hormonas,
dormidas hasta ese momento. Le gustaba todo de ella, desde sus ojos castaños y
brillantes hasta su melena lacia y totalmente negra. Vestía siempre con
camisetas ajustadas y pantalones vaqueros cortos, haciendo que se ruborizara
cada vez que la veía llegar. Miraba absorto sus preciosos labios mientras le
hablaba, deleitándose con su hiperfemenino acento toscano. En ese momento se la
veía especialmente contenta. Hablaba tan rápido que Antón le tuvo que pedir que
se tranquilizara porque no la entendía bien. Paola se acercó más a él, para
desasosiego de su oyente, y apoyando una mano en su pierna le volvió a explicar el plan que habían
organizado para dentro de dos semanas. Pero él era totalmente incapaz de
concentrarse en lo que le estaba diciendo.
PRIMERA SEMANA DE AGOSTO
Antón no podía
creérselo. La pequeña habitación de su hostal se le antojaba el mismísimo
paraíso. Esa noche la había compartido enteramente con Paola. En estos momentos
ella dormía apoyada en su pecho, y la visión de su melena esparcida por la
almohada le hizo cerrar los ojos de felicidad. Estaba loca, irremediable y
perdidamente enamorado. Llovía, pero solo podía ver un sol enorme brillando
para él. Se deleitó con la imagen de ellos dos bajo el mismo paraguas,
recorriendo las calles de una ciudad que ya había hecho suya y de la que no
pensaba marcharse jamás.
SEGUNDA SEMANA DE
AGOSTO
Los amigos de Paola
estaban ultimando los detalles del fin de semana. Antón casi no les escuchaba,
porque en ese momento solo podía sentir los dedos de la mano de su amada
entrelazados con los suyos. Estaban sentados en la misma terraza donde la vió
por primera vez, y los ánimos no podían estar más exaltados. Antón ya amaba la
manera de hablar italiana, con sus ademanes y gestos bruscos. Admiraba la
energía y vitalidad que se respiraba en el grupo, y su corazón parecía estallar
de felicidad. Le daban igual los planes, solo sabía que los compartiría con
Paola. Parece ser que ese fin de semana iban a viajar en la furgoneta de uno de
ellos a un pueblecito con mucho encanto.
FIN DE SEMANA
El viaje se estaba
haciendo más largo de lo que había parecido en un principio. Antón estaba
recostado en la segunda fila de asientos traseros de la furgoneta, medio
mareado y con muchas ganas de aliviar la vejiga. Paola se había sentado en los
asientos de delante y durante horas solo había podido contemplar su preciosa
melena y, de vez en cuando, su perfil.
Ansiaba estar más cerca de ella, tocarla y cerciorarse de que los
sentimientos que parecían compartir eran reales. En ese momento ella hablaba
acaloradamente con su compañero de la derecha, pero Antón no podía escuchar
bien lo que decía porque el estado de la carretera que recorrían, llena de
baches, no se lo permitía. Parecía que estaban perdidos. El conductor y dueño
de la furgoneta, Luca, paró y les pidió a todos que bajasen para revisar el
mapa, para alivio de Antón y su vejiga. Se estaba haciendo de noche y llegaron
al acuerdo de parar en el bar más cercano para comer algo y consultar si se
movían en la dirección correcta.
SÁBADO POR LA NOCHE
Los acontecimientos se
sucedieron de manera incontrolada. En menos de dos horas desde que pararan para
cenar habían pasado tantas cosas…
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