martes, 2 de abril de 2013

COMBUSTION- CAPITULO VII-



La medicación me atonta y no me deja pensar. Estoy en un estado de semi-inconsciencia en el que no atino a encadenar dos palabras seguidas. Me costó horrores llamar a la empresa para comunicar que no iría hoy a trabajar. Percibí cierto grado de preocupación en la voz del jefe de Recursos Humanos, como intentando sonsacarme el motivo real de mi ausencia. Y qué le voy a contar, ¿que sufro de paranoias en las que siento que mi cuerpo se deshace en tiras de piel derretida? ¿que cada vez que tengo una crisis me empastillan hasta hacerme perder la razón?
Esto no puede seguir así, pero no sé que hacer.

Susan cierra el cuaderno y decide prepararse un baño con sales relajantes. Llena la bañera y desliza su cuerpo desnudo en el agua tibia y aromatizada. En la repisa tiene preparada una copa de vino pero no se decide a beberlo por si le sienta mal. Los tranquilizantes y el alcohol nunca se llevaron bien. Se queda mirando el líquido morado y cómo el brillo de las velas que encendió para crear un ambiente "zen" dibuja sombras en el alicatado de la pared. Parecen llamas. Aleja este pensamiento de su cabeza. Hoy no habrá llamas, ni angustia, ni dolor.

El sonido del teléfono la despierta y agita los brazos asustada. Gotas de agua salpican paredes y suelo, como una lluvia de cristales rotos. Por un momento teme haber tirado la copa de vino. Susan sale de la bañera y se enrolla atropelladamente en la tolla. Nota los músculos relajados y su cuerpo hipotónico, aunque al salir la piel se le eriza por el cambio de temperatura. Tarda un rato en darse cuenta de que es el teléfono fijo y no el móvil el que suena. No reconoce su propia voz cuando contesta:

   -   ¿Sí?
   -   ¿Señorita Howard?
   -   Sí, yo misma.
   -   Soy  Herrera, el enfermero que le atendió tan pronto llegó a urgencias.
   -   Ah, sí... - le podía haber atendido el mismísimo Obama, que no se habría acordado.
   -   Quería preguntarle cómo se encuentra, si le sienta bien la medicación y las terapias.
   -   Eh, sí, creo que sí - no sabía qué contestar, si antes estaba desorientada, ahora más. ¿Desde cuando te llama un enfermero de urgencias?
   - Bien, su ingreso ha sido bastante... eh...chocante - notó cierto tono de duda.
Silencio.
   -   La verdad es que me quedé algo sorprendido por su caso.
Silencio.
   -  Lo cierto es que sólo yo he visto... en fin...¿puedo recomendarle a un colega que quizá pudiera ayudarla?. Lo conozco desde hace varios años y está especializado en... bueno... en casos similares.
   -  ¿A qué se refiere con casos similares?
   -  Bueno... casos, digamos, extraños - seguía el tono de duda.
Silencio.
   -   Mire - notó la urgencia en su voz - sinceramente me quedé realmente anonadado cuando la vi llegar. Sufría los síntomas de un quemado de tercer grado, fiebre y convulsiones. Su piel ni siquiera estaba enrojecida, pero sufría los dolores de una persona que hubiera sufrido quemaduras en el noventa por cien de su cuerpo. Nunca había visto algo parecido. ¡Por Dios, si hasta tenía la ropa pegada a la piel!
Silencio, Susan empezó a temblar.
   -   Yo mismo le apliqué antibióticos y apósitos extraabsorbentes, y vi como... vi como salía humo de su pelo...
Susan se tocó la cabeza instintivamente.
  -  Cuando llegó el médico su temperatura había vuelto a la normalidad, y solo quedaban señales de una profunda e inconsolable angustia...
Silencio.
   -  Mire, hágame caso. Este hombre no sólo es médico. Quiero decir que ha atendico casos, digamos, poco comunes. Por favor, anote su número y llamele cuando pueda.
Herrera colgó después de otro instante de silencio.
Susan soltó el auricular lentamente. El número de teléfono de Artur Gonçalves pareció brillar por un instante con una luz blanca y limpia, una luz muy diferente a la de las llamas que poco a poco iban consumiendo su alma.

COMBUSTION - CAPITULO VI -



29, octubre, 1980.

La paciente se presentó en consulta presa de gran agitación. Refirió que durante el trayecto hasta esta clínica, estuvo a punto de ahogarse de angustia. El motivo, según su explicación, fue la visión de un periódico ardiendo en la calle. Dice sentir un pánico irrefrenable de duración variable. Desde unas horas a varios días. No experimentó ningún tipo de trastorno sensorial, ni fenómenos extrapiramidales cuando fue sometida a tratamiento con antidepresivos tricíclicos.

La pauta terapéutica aplicada en la actualidad, vista la inoperancia de la administración farmacológica, se objetiva en la práctica de psicoterapia de apoyo dos veces al mes. Se intentó la práctica de sugestión hipnótica, sin resultado ya que la paciente no se mostró receptiva. Se le propuso la práctica de narcoanálisis,
a lo que se negó, objetivando la relatividad de su resultado, del que fue previamente informada.

La paciente no presenta síntomas de manía, ni de trastorno obsesivo-compulsivo, toda vez que la angustia que nota se reduce a la contemplación del fuego, o bien al período de ensoñación en el que experimenta sensación física correspondiente a la quemadura directa sobre la piel. Por lo demás, es capaz de inte-
rrelación positiva con su entorno, sin reacciones depresivas endógenas, ni otra clase de alteraciones psicosomáticas evidentes.

Tras el correspondiente exámen y con la aprobación de la paciente, disponemos la continuidad del tratamiento de psicoterapia, con el mismo régimen de asistencia que ha venido desarrollando hasta la fecha.

Próxima consulta: 15, diciembre, a las 18,30 horas.
Al final de la ficha, a lápiz, hay una nota manuscrita del médico:

"¿Posible desatención anímica por parte de algún familiar? ¿Desazón por anterior relación sentimental? ¿Resistencia inconsciente a reconocer la verdadera causa de su dolencia? Las fobias revelan una faceta de la personalidad que tiende a la inseguridad, a la duda, y denota temor al rechazo. Averiguar las causas de esas manifestaciones puede ser la solución del problema. Es trabajo arduo y persistente. Hasta ahora la paciente no ha dado ninguna indicación sobre posible interacción de su fobia con su personalidad".