miércoles, 19 de diciembre de 2012

LLEGA EL FIN DEL MUNDO




Una profecía maya dice que este próximo día veintiuno se acabará el mundo. Supongo que no será verdad, pero por si acaso publicaré un minirelato sobre un hombre solitario que, obsesionado con el fin del mundo, decide fabricar su propio bunker en el que cree que podrá sobrevivir a la catástrofe que nos espera.
¿Tienes curiosidad sobre lo que le pasará?¿Será lo último que haga o conseguirá finalmente salvarse?

viernes, 7 de diciembre de 2012

A MI TÍA MARILUZ



 Se hace muy duro perder a alguien en estas fechas. Todos los días se apagan luces en los corazones de la gente, pero cuando la luz es tan cercana parece que es el mundo entero el que se queda a oscuras.

La luz de mi tía se extinguía poco a poco mientras las calles y comercios se iban llenando de adornos y luces navideñas, recordándonos que no hay nada más despiadado que el tiempo, ese ente cruel que se niega a pararse para que podamos asimilar nuestra pérdida y prepararnos para seguir adelante. Se hace difícil entender que el mundo siga girando a pesar de todo, y estoy segura que para mi tío y sus hijos esa luz, insustituible como su nombre, quedará fundida para siempre. Sin embargo quiero pensar que ella les iluminará allí donde esté, acordándose de los que la queríamos y de los que tanto la necesitaban.

Pero no quiero recordarla con palabras tristes ni con pena. Ha tenido una familia estupenda y espero que se haya reunido con los que más quería.

Desde aquí le mando ese beso que no le pude dar, y con estas letras quiero despedirla y unirme a su recuerdo.

martes, 4 de diciembre de 2012

LLUVIA -CAPÍTULO XVIII-


 
 
CAPÍTULO XVIII

 
El inspector García se paró delante del portal número noventa de la calle Luna. Según sus datos, en este edificio residía la hermana de Vera, la chica desaparecida. Solo a unos metros, en el número ochenta y tres, vivía la propia Vera y su marido Lucas. Antes de ir a ver a la hermana había dado una vuelta por el parque donde solía ir a correr Vera por las mañanas. A esas horas de la día estaba lleno de parejas paseando, mujeres con carritos de bebé y personas haciendo footing. Quizá por la mañana temprano se convirtiera en un lugar peligroso, sobre todo si alguien se había molestado en espiar a la chica y seguía sus costumbres. Los numerosos bancos del paseo se encontraban ocupados en su mayoría por grupos de jóvenes desocupados y gente mayor. No encontró rincones escondidos, pero cualquiera podría esconderse detrás de un árbol o uno de los setos más altos esperando el momento para abalanzarse sobre una chica distraída por la rutina de todos los días.

Cuando Rafaela le abrió la puerta su primera impresión de la chica fue de abandono. La hermana de Vera era delgada y baja, y estaba vestida con un chándal lleno de lamparones. Su cara mostraba la sorpresa de alguien que no se espera visita a esas horas.

 

-          Pase… - su voz era dulce y delicada – no recuerdo su nombre cuando le abrí la puerta del portal.

-          Inspector García, vengo a hacerle unas preguntas para intentar esclarecer la desaparición de su hermana.

-          Sí… claro. No se si podré ayudarle mucho – un llanto de bebé interrumpió su frase.

-          Si molesto puedo venir en otro momento.

-          No, no, pase usted.

García entró en la casa. El salón estaba desordenado, los sofás tenían los cojines colocados de cualquier manera y la mesa del comedor estaba abarrotada de trastos propios de un bebé.

-          Siento el caos. Mi marido está fuera y siempre estoy sola… bueno, con la niña.

-          No se preocupe – dijo García dirigiéndose al asiento más cercano.

-          ¿Quiere tomar algo?

-          No, por favor, me iré lo antes posible para que pueda seguir con sus tareas. ¿Cuándo vio a su hermana por última vez?

-          Pues… mmm… el día antes de desaparecer. Bueno, no, hablé con ella por teléfono, pero no la vi.

-          Vive cerca ¿verdad?

-          Sí, unos portales más arriba.

-          ¿Y de qué hablaron? Si no es muy personal, claro.

-          La verdad, no lo recuerdo muy bien. Solía ir mucho por su casa, pero desde que tengo a la niña estoy bastante ocupada – Rafaela forzó una sonrisa y giró la cabeza hacia la que se suponía que era la habitación de su hija.

-          ¿La notó preocupada o distinta de lo habitual?

-          No – la respuesta fue demasiado rápida como para que el inspector García la creyera. Guardó silencio unos segundos, que Rafaela aprovechó para bajar la mirada y sacar una imaginaria mota de polvo de su roída camiseta.

-          Bien… así que no se le ocurre ninguna razón por la que su hermana quisiera desaparecer o por la que alguien la raptara.

-          ¡Raptar! No querrá usted decir…

-          ¡No, no! Por favor… desgraciadamente aún no sabemos si ha desaparecido por propia voluntad o no, por eso estamos investigando su entorno más cercano. ¿Todo iba bien en la vida de su hermana?

-          Que yo sepa sí, aunque ya le digo que no estábamos tanto juntas estos últimos tiempos.

-          Sí, la niña ¿no? – preguntó García.

-          Claro.

El inspector pensó que eso no debería ser algo que separase a dos hermanas, sino todo lo contrario. Viviendo tan cerca lo normal es verse más con la excusa de estar con su sobrina. Todo ello en circunstancias normales.

-          Bien. ¿En qué trabaja su marido?

-          Es marino. Pasa varios meses fuera.

-          ¿Sabe que su hermana ha desaparecido?

-          Pues no… ahora mismo está en Australia, llama solo una vez cada quince días, más o menos.

-          Bueno, señora – dijo el inspector levantándose – si se le ocurre alguna cosa que pueda ayudarnos  se lo agradezco. Llame a la comisaría y pregunte por mí.

-          Sí, sí, claro – Rafaela se levantó nerviosa. La niña seguía llorando.

García se dirigió a la puerta y en el último momento se giró hacia ella.

-          Su hermana lleva una semana desaparecida, cuantos más días pasen menores son las posibilidades de encontrar pistas fiables.

Rafaela lo miró con una expresión indescifrable.

-          Piense que cualquier cosa podría ser importante, aunque a usted no se lo parezca.

La duda se dibujó en la cara de la joven madre, pero sus labios permanecieron sellados.

Un tímido “adiós” fue lo último que escuchó el inspector antes de que la puerta se cerrara tras él.