domingo, 15 de julio de 2012

LLUVIA -CAPÍTULO VI-

 

                                                                   
No se cuanto tiempo llevo dormitando, es imposible calcularlo dentro de esta oscuridad. Abro los ojos lentamente e intento fijar la vista en algún punto. Nuevamente solo detecto sombras a mí alrededor. Empiezo a pensar que el que me trajo aquí se olvidó de mí, porque me extraña que no haya venido nadie a ver como estoy. ¿Habrá pedido un rescate? ¿Le habrá pasado algo a mi secuestrador? Si nadie sabe que estoy aquí moriré de hambre y sed… Si antes no me vuelvo loca, claro. De repente noto un sonido. Es algo muy tenue pero claramente es algo. Cierro los ojos y procuro centrarme en ese ruido. Suena como si un tren pasara cerca. ¡Sí! Claramente acabo de oír un tren pasando relativamente cerca de donde estoy. Bueno, algo es algo, por lo menos sé que estoy cerca de unas vías de tren de alguna zona. No sé porqué siento alivio, puedo estar a cien kilómetros de casa, o a doscientos. Ahora vuelvo a escuchar otro sonido, este es distinto. Suena como a pasos ¡Dios mío, debe ser mi secuestrador! Por un momento pienso que el corazón se me va a salir por la boca. Los pasos se van acercando, cada vez más. Son pasos largos, tienen que ser de hombre. Ahora se han parado… no, vuelvo a oírlos. Más y más claramente. Sí, no puedo estar equivocada, alguien está al otro lado de la puerta o lo que quiera que sea que me separa del mundo exterior. Los escucho muy, muy cerca. ¡Se ha parado! ¡Ruido de llaves! ¡Señor, que no sea un loco psicópata que viene a hacerme daño, por favor!

En el número ochenta y tres de la calle Luna, Lucas se muerde las uñas de los dedos una por una. Vera ya debería estar en casa, nunca se va a trabajar sin antes darse una ducha. Recuerda escuchar el ruido de la puerta cuando se marchó a hacer footing, como todos los días, pero ha pasado el tiempo y a estas horas ya debería estar en el despacho. El ruido del teléfono le saca de sus pensamientos. Es Luis, el jefe de Vera.
-         Buenos días, Lucas.

-         Luis, ¿está Vera ahí?

-         Por eso te llamaba, aun no ha llegado, y ella es muy puntual. ¿Pasa algo? Nadie me dejó recado de que no fuera a venir hoy al trabajo.

-         Estoy preocupado, Luis, no ha vuelto de hacer footing. Creo que voy a ir a buscarla al parque.

-         Ok, avísame con lo que sea.

-         Bien, adiós.

Lucas se vistió a toda prisa y revisó palmo a palmo la ruta de su mujer de todas las mañanas. Preguntó a otros corredores, y a toda la poca gente que se encontró a esas horas. Nadie había visto a Vera. Unas gotas de sudor frío le recorrieron las sienes. ¿Dónde se habría metido? El sentimiento de culpa se apoderó de él. Ayer Vera había tenido muy mal día y en lugar de intentar calmarla había discutido también con ella.

3 comentarios:

  1. Me encanta. Grande la descripción de su propia furia en el capítulo uno. Casi puedes sentir cómo te pones furioso tú también. ¡Y todavía no sabes por qué!

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    1. Gracias hermano! con comentarios así es como me animo a seguir, jeje

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    2. Cojonudo, Raquel. Ya sabes que te sigo la pista. Padre Roge
      lio de Bouzas. Amén.

      Con la santísima intervención de nuestro común amigo y di-
      rector MANUF...

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