No se cuanto tiempo llevo dormitando, es imposible
calcularlo dentro de esta oscuridad. Abro los ojos lentamente e intento fijar
la vista en algún punto. Nuevamente solo detecto sombras a mí alrededor.
Empiezo a pensar que el que me trajo aquí se olvidó de mí, porque me extraña
que no haya venido nadie a ver como estoy. ¿Habrá pedido un rescate? ¿Le habrá
pasado algo a mi secuestrador? Si nadie sabe que estoy aquí moriré de hambre y
sed… Si antes no me vuelvo loca, claro. De repente noto un sonido. Es algo muy
tenue pero claramente es algo. Cierro los ojos y procuro centrarme en ese
ruido. Suena como si un tren pasara cerca. ¡Sí! Claramente acabo de oír un tren
pasando relativamente cerca de donde estoy. Bueno, algo es algo, por lo menos
sé que estoy cerca de unas vías de tren de alguna zona. No sé porqué siento
alivio, puedo estar a cien kilómetros de casa, o a doscientos. Ahora vuelvo a
escuchar otro sonido, este es distinto. Suena como a pasos ¡Dios mío, debe ser
mi secuestrador! Por un momento pienso que el corazón se me va a salir por la
boca. Los pasos se van acercando, cada vez más. Son pasos largos, tienen que
ser de hombre. Ahora se han parado… no, vuelvo a oírlos. Más y más claramente.
Sí, no puedo estar equivocada, alguien está al otro lado de la puerta o lo que
quiera que sea que me separa del mundo exterior. Los escucho muy, muy cerca. ¡Se
ha parado! ¡Ruido de llaves! ¡Señor, que no sea un loco psicópata que viene a
hacerme daño, por favor!
En el número ochenta y tres de la calle Luna, Lucas se muerde las uñas de los dedos una por una. Vera ya debería estar en casa, nunca se va a trabajar sin antes darse una ducha. Recuerda escuchar el ruido de la puerta cuando se marchó a hacer footing, como todos los días, pero ha pasado el tiempo y a estas horas ya debería estar en el despacho. El ruido del teléfono le saca de sus pensamientos. Es Luis, el jefe de Vera.
- Buenos días, Lucas.
- Luis, ¿está Vera ahí?
- Por eso te llamaba, aun no ha llegado, y ella es muy puntual. ¿Pasa algo? Nadie me dejó recado de que no fuera a venir hoy al trabajo.
- Estoy preocupado, Luis, no ha vuelto de hacer footing. Creo que voy a ir a buscarla al parque.
- Ok, avísame con lo que sea.
- Bien, adiós.
Lucas se vistió a toda prisa y revisó palmo a palmo la ruta de su mujer de todas las mañanas. Preguntó a otros corredores, y a toda la poca gente que se encontró a esas horas. Nadie había visto a Vera. Unas gotas de sudor frío le recorrieron las sienes. ¿Dónde se habría metido? El sentimiento de culpa se apoderó de él. Ayer Vera había tenido muy mal día y en lugar de intentar calmarla había discutido también con ella.
Me encanta. Grande la descripción de su propia furia en el capítulo uno. Casi puedes sentir cómo te pones furioso tú también. ¡Y todavía no sabes por qué!
ResponderEliminarGracias hermano! con comentarios así es como me animo a seguir, jeje
EliminarCojonudo, Raquel. Ya sabes que te sigo la pista. Padre Roge
Eliminarlio de Bouzas. Amén.
Con la santísima intervención de nuestro común amigo y di-
rector MANUF...