jueves, 2 de agosto de 2012

LLUVIA -CAPÍTULO X-


                                                                          
Me muero de hambre. La claridad que entra por el ventanuco del techo me ha permitido rebuscar por todos los sitos pero no encuentro nada de comer. Me siento más espabilada y eso debe haber despertado mi apetito de nuevo. No se cuanto tiempo llevo sin comer, pero me da la sensación de que son días. Me acerco al espejo y levanto el vestido. Me toco las costillas y me miro de lado para comprobar mi estado físico. No estoy mucho más delgada pero sí noto el vientre más plano. Tampoco recuerdo la última vez que bebí. De repente me doy cuenta de que no se si habré hecho de cuerpo sin enterarme… sí recuerdo que vomité varias veces cuando aun estaba atada, pero no hay rastro de ello por ninguna parte. Puedo ver una puerta en un lateral, no se si me habrán cambiado de estancia porque sino no me explico la luz, que aunque sea poca, ilumina mi cárcel. En ese momento me parece oír pasos. El corazón empieza a latirme a toda velocidad y un subidón de adrenalina invade cada capilar sanguíneo de mi cuerpo. Mis extremidades se preparan para la acción. Me posiciono cerca de la puerta y me aplasto contra la pared preparándome para lanzarme como una leona sobre mi captor. Estoy segura de que mi reacción le cogerá por sorpresa y entonces se va a enterar de quién soy yo.

Qué frustración… los pasos se han parado justo detrás de la puerta y cuando estaba preparada para saltar sobre el cabrón que me tiene encerrada oí un ruido de algo deslizándose y una mano que lanzó rápidamente un paquete a través de un agujero en la parte inferior de la puerta. Enseguida volví a oír el mismo ruido y pasos alejándose. Me agaché y comprobé que la puerta tiene una lámina que se desliza desde fuera y deja al descubierto un agujero cuadrado de unos treinta centímetros. Tardé un poco en acercarme al paquete, por miedo a que fuera algo peligroso, pero el olor que salía de él me convenció de que dentro había comida. Mi estómago reaccionó ante el estímulo de alimentarse con un dolor lacerante que me dobló en dos. Me lancé hacia el paquete y destrocé el envoltorio con mis manos que aun tenían restos de suciedad por todo lo que había manipulado en aquel asqueroso sótano.

Estoy tumbada rodeada de los restos del contenido del paquete. Éste traía varios recipientes de plástico con arroz, trozos de pollo y fruta. El termo que contenía agua me lo bebí de un trago y hasta usé un poco para lavarme las manos. Me di cuenta demasiado tarde de que también tenía sobres de toallitas limpiadoras como las que te ponen en los restaurantes que te sirven marisco. En otra caja pequeña había útiles de aseo: un desodorante, papel higiénico y compresas. No entendí lo del papel higiénico, ¿tendría que hacer de vientre y luego recogerlo? En un acto reflejo mis ojos recorrieron de nuevo mi pequeña celda abarrotada de cacharros inútiles buscando un hueco donde hacer mis necesidades sin que su visión ni el olor me hicieran vomitar. Empiezo a gritar como una loca, insultando a quien sea que me tiene presa, llamándole hijo de puta, cobarde por no dar la cara, impotente, todo lo que se me ocurre.  Quizá así se enfade y baje. Recorrí como una loca cada trasto buscando algo con lo que hacerle daño si volvía, algo con lo que cercenarle la mano cuando osara sacarla de nuevo por aquel agujero de la puerta. Solo encontré basura.

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