lunes, 26 de noviembre de 2012

LLUVIA -CAPÍTULO XVII-




 
 
                                                                        CAPÍTULO XVII
 
Es verdad eso que dicen que nunca se sabe cómo puede reaccionar uno hasta que se ve en la situación. Después de la ducha y de cambiarme empecé a ordenar mi antro. En una esquina coloqué la manta bajo la que dormía, y al lado una mesita desvencijada en la que puse los libros que mi captor me hizo llegar. Eran tres, una novela negra de serie B, La Isla del Tesoro y Don Quijote de la Mancha. Por esta selección no llegaría a saber nada más de mi captor de lo que ya sabía hasta ahora. Empezaría a leer la novela negra, quien sabe si el tipo ese se guiaría por ella para hacer lo que estaba haciendo conmigo… Lo que iba teniendo claro es que o bien por sentimiento de culpabilidad o bien porque era novato en esto, no tenía pensado hacerme daño. Decidí que eso me daba ventaja sobre él. Pero tampoco debía relajarme. Seguí ordenando. Ahora tenía el dormitorio cerca del viejo sillón, y éste justo debajo del ventanuco, para poder leer mejor y aprovechar las pocas horas de luz. La silla la situé cerca del espejo, para sentarme a reflexionar sin perder la noción de la realidad que me rodeaba. Mirar a través del espejo me haría fijarme en las cosas desde otra perspectiva, y quien sabe, a lo mejor conseguía encontrar alguna salida en la que nunca me habría fijado viendo solo a través de mis propios ojos. De repente algo brilló en mi mente. Fue un pequeño destello, una idea fugaz que me recorrió el cerebro en milésimas de segundo. Poco a poco la idea fue materializándose. Iba tomando forma y convirtiéndose en algo casi palpable a lo que aferrarme. Estaba claro que mi raptor me tenía que ver a través de algo, o bien una cámara de video o bien un agujero en alguna de las paredes del cuarto en el que estaba encerrada. Cualquier cosa que intentase hacer fuera de lo normal sería inmediatamente neutralizada. La certeza se apoderó de mí a medida que caminaba hacia el espejo. Mi figura avanzaba lentamente, como un gato al acecho, mientras se hacía cada vez mayor. Toqué la superficie suave y fría del cristal, centrando mi vista en los objetos que había dejado atrás. Veía perfectamente la manta, el sillón, hasta los libros… Fijé la mirada en mis pupilas mientras mi garganta gritaba sin mover los labios ni emitir sonido alguno: “estás ahí detrás, cabrón”.

3 comentarios:

  1. Cada capítulo me descoloca un poco más.
    Cuando ya estaba convencido de que el secuestro era por temas económicos, aparece el tema del espejo, que pinta al secuestrador como un desequilibrado mental o algo así.
    ¡Bravo!

    ResponderEliminar
  2. ¡Por cierto!
    ¿Habrá especial Navidad?
    :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por supuesto!!! pero quiero avanzar algo más con Vera...

      Eliminar