CAPÍTULO XVII
Es verdad
eso que dicen que nunca se sabe cómo puede reaccionar uno hasta que se ve en la
situación. Después de la ducha y de cambiarme empecé a ordenar mi antro. En una
esquina coloqué la manta bajo la que dormía, y al lado una mesita desvencijada
en la que puse los libros que mi captor me hizo llegar. Eran tres, una novela
negra de serie B, La Isla del Tesoro y Don Quijote de la Mancha. Por esta
selección no llegaría a saber nada más de mi captor de lo que ya sabía hasta
ahora. Empezaría a leer la novela negra, quien sabe si el tipo ese se guiaría
por ella para hacer lo que estaba haciendo conmigo… Lo que iba teniendo claro
es que o bien por sentimiento de culpabilidad o bien porque era novato en esto,
no tenía pensado hacerme daño. Decidí que eso me daba ventaja sobre él. Pero
tampoco debía relajarme. Seguí ordenando. Ahora tenía el dormitorio cerca del
viejo sillón, y éste justo debajo del ventanuco, para poder leer mejor y
aprovechar las pocas horas de luz. La silla la situé cerca del espejo, para
sentarme a reflexionar sin perder la noción de la realidad que me rodeaba.
Mirar a través del espejo me haría fijarme en las cosas desde otra perspectiva,
y quien sabe, a lo mejor conseguía encontrar alguna salida en la que nunca me
habría fijado viendo solo a través de mis propios ojos. De repente algo brilló
en mi mente. Fue un pequeño destello, una idea fugaz que me recorrió el cerebro
en milésimas de segundo. Poco a poco la idea fue materializándose. Iba tomando
forma y convirtiéndose en algo casi palpable a lo que aferrarme. Estaba claro
que mi raptor me tenía que ver a través de algo, o bien una cámara de video o
bien un agujero en alguna de las paredes del cuarto en el que estaba encerrada.
Cualquier cosa que intentase hacer fuera de lo normal sería inmediatamente
neutralizada. La certeza se apoderó de mí a medida que caminaba hacia el
espejo. Mi figura avanzaba lentamente, como un gato al acecho, mientras se
hacía cada vez mayor. Toqué la superficie suave y fría del cristal, centrando
mi vista en los objetos que había dejado atrás. Veía perfectamente la manta, el
sillón, hasta los libros… Fijé la mirada en mis pupilas mientras mi garganta
gritaba sin mover los labios ni emitir sonido alguno: “estás ahí detrás,
cabrón”.
Cada capítulo me descoloca un poco más.
ResponderEliminarCuando ya estaba convencido de que el secuestro era por temas económicos, aparece el tema del espejo, que pinta al secuestrador como un desequilibrado mental o algo así.
¡Bravo!
¡Por cierto!
ResponderEliminar¿Habrá especial Navidad?
:-)
Por supuesto!!! pero quiero avanzar algo más con Vera...
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