martes, 12 de marzo de 2013

COMBUSTION - CAPITULO II -



GSMIGA
Hola, me llamo Leo, y soy jefe de contabilidad de la fábrica de juguetes "La Gua-gua". Como todos los fines de mes, a media mañana empecé a pagar el salario a los empleados. Nuestra empresa sigue una política salarial mixta: pagamos un estipendio fijo, complementado con un plus de productividad. Siempre me causan aburrimiento los días de paga. Pero cuando me disponía a dejar a mi ayudante a cargo de la oficina e ir a la cafetería a tomar una cerveza, apareció delante de mi mesa una mujer muy atrayente. Era alta, de fina silueta y con unas facciones regulares, pómulos altos y frente despejada, trigueña y con unos maravillosos ojos color avellana. Aunque soy incapaz de calcular la edad de las mujeres, me dio la impresión de ser muy joven.

-Buenos días, señorita, no recuerdo haberla visto antes. ¿Es nueva aquí?
-Es mi primer mes, señor. Trabajo en el departamento de estuchado.

Eché un vistazo a su ficha de productividad y quedé sorprendido, porque la muchacha doblaba su complemento productivo al nivel de su salario. Había producido más estuches ella sola, que todas las compañeras a las que había pagado hasta ese momento.

-La felicito, señorita...Howard...Susan... ¿Es usted inglesa?
-No, canadiense -dijo mirándome directamente-pero llevo ya diez años aquí.
-Pues...ha producido usted más estuches para juguetes que todo su departamento. Le ruego que firme la nómina...

Mientras firmaba, inclinada sobre la mesa, le vi en la muñeca izquierda una pulsera de oro con una sirena colgante. Le entregué su paga y me sonrió, mirándome otra vez. Me dio la impresión de que sus ojos estaban concentrados en una visión alejada del lugar en que nos encontrábamos; una sensación extraña me asaltó cuando al entregarle el sobre noté la palma de su mano húmeda.

-Adiós, señorita...Ho...
-Prefiero que me llame Susie, señor. Como todos.
-De acuerdo, Susie. Espero que el mes próximo vuelva usted a cubrir su extraordinario cupo de productividad.

Cuando se marchó comprobé que caminaba aprisa, y me dio la impresión de que sus hombros estaban rígidos. Como si estuviera atravesando un momento de tensión. Es posible que esté nerviosa debido a la novedad de su primer mes de trabajo -cavilé-; pronto se le pasará.

El resto de la mañana constituyó la reiteración de labores habituales, e intercambio de impresiones con los empleados conocidos que aprovechaban para hacer las normales chanzas acerca de la tacañería de la Dirección. Entonces, poco antes de las 14 horas, finalizado el abono de salarios del turno de mañana, pedí a mi ayudante que organizase el pago del turno de tarde que efectuaría según costumbre mi otro ayudante, a partir de las 15 horas. Y me fui a tomar la anhelada cerveza fresca que estaba necesitando.
Estaba acodado en la barra, metiéndome con Regina, y diciéndole que la minifalda con puntilla que llevaba la hacía parecer una niñita de primera comunión, cuando un rumor de risas y voces femeninas sonó a la puerta, haciéndome volver la cabeza. Y allí, a menos de seis pasos de donde estaba, volví a verla. A la señorita Susie, en unión de otras operarias que venía a tomar un tentempié antes de abandonar la fábrica. No pude evitar la tentación de mirar a la atractiva muchacha, y me causó sorpresa su actitud, completamente distinta de la que había percibido por la mañana. Ahora estaba relajada, no había tensión en su cuerpo, su melena se movía graciosamente al tiempo que conversaba animadamente con las otras chicas. Traté de fijarme en sus ojos, pero no conseguí observar su expresión. Me volví a Regina haciendo ademán de pagar mi consumición. Ella se echó atrás, y sonriendo pícaramente me provocó a que la mirase completa, y para mi estupefacción vi que la faldita con puntillas había desaparecido y ahora llevaba una estrecha banda de dril que escasamente le tapaba el comienzo de los muslos. Se volvió a la caja para darme la vuelta y pude divisar un panorama estremecedor...

-¿Qué te parece mi faldita?
-¡Buaaaaá! ¡Guau!
-¡Já, já, ja! ¡Te cambió el color de la cara triste que tienes siempre, muermo!

La dejé riéndose a mandíbula batiente. Es que las mujeres son la repera limonera. Enfilé la salida con el mejor de los ánimos.

-¡Que pase una buena tarde, señor!- Susie me saludaba animadamente. Entonces sí pude ver sus preciosos ojos, y...seguían mirando hacia un lugar...lejano, incógnito, probablemente secreto, que nadie podría conocer jamás.
-Adiós, Susie, disfrute de la tarde -respondí confuso, mientras pensaba que podría ser posible que aquella mirada esquiva, que parecía subyugarte, sin verte realmente, estuviese mirando su propio interior.
 Le di vueltas a esta idea, pero al llegar al aparcamiento concluí que por mucho que cavilase no podría desvelar la intriga de aquellos ojos mirando...al vacío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario