martes, 12 de marzo de 2013

COMBUSTION - CAPITULO IV -





GSMIGA
Cada vez que pasa ante mí experimento una mezcla de sentimientos. Por un lado, admiro su silueta, sus facciones nobles y atrayentes, sus andares flexibles y excitantes; por otra parte me impresiona su mutismo, su falta de expresividad, su aparente distanciamiento. Inaccesibilidad, en suma.

No me ocurre a mí solo, que soy un simple empleado, a cargo de los servicios del edificio de apartamentos BrisaCaribe, en cuya vivienda 3C reside la señorita Susan Howard; hace unos días, la señora Deolinda hizo un mohín desagradable al cruzarse con ella en el vestíbulo. Pude advertirlo claramente cuando las vi cruzarse, sin cambiar un saludo de cortesía, convertidas ambas en bloques de gélida indiferencia. Aunque, para ser sincero, más bien me pareció completo desinterés por parte de la señorita Howard, y resentido desprecio a cargo de la otra, que es dama bastante exigente y pagada de sí misma.

Ayer mismo, cuando me dirigía hacia la acera para recoger los cubos de la basura, la vi salir, ignorando ostensiblemente el atento saludo del señor Rodríguez, dueño de tres apartamentos de la cuarta planta, y sujeto agradable y comunicativo, que siempre tiene algún comentario ameno y sensato que hacer cuando se cruza conmigo o con cualquier otro habitante de la vecindad.

Y luego está su aislamiento social. Nunca he visto una carta personal en su correo; únicamente recibe comunicaciones bancarias o los recibos de las compañías de gas, luz y teléfono. Se diría que está completamente sola en el mundo.
Y no parece necesitar a nadie, ni parece importarle nada de lo que ocurre a su alrededor. Lo que contribuye a realzar el halo misterioso de su persona.

Pero a pesar de todo, no puedo dejar de preguntarme por qué motivo se comporta así. Y aún me impresiona el recuerdo de sus bellos ojos de mirada indiferente; y supongo lo que podría lograr con su belleza si solamente pusiese un átomo de humanidad en su expresión. Creo que muchos caerían rendidos ante ella con una simple mirada cortés. Pero no parece ser consciente de su atractivo, por falta de interés en los sentimientos que pueda despertar en los demás.

No, no me estoy enamorando. Solamente soy Wayne, el conserje. Y sé perfectamente cuál es mi lugar. Y si lo olvidase, el administrador del condominio me lo recordaría al momento. Además, ella nunca se fijaría en mí. Por otro lado, la vida a su lado sería una experiencia impactante. ¿Cómo se podría comunicar una persona de gustos sencillos y rutinarios con una esfinge hermosa y gélida?
No. Sería incapaz de soportar su mirada...Tampoco alcanzaría a intuir sus pensamientos. No habría la menor posibilidad de comunicación. Porque la hermosura inaccesible, telúrica e incomprensible, apoca y amilana a cualquiera que ose contemplarla de cerca, y mucho menos abordarla. Disuade.

Y sin embargo...la semana pasada la vi estremecerse. Unos muchachos hicieron estallar unos petardos que prendieron fuego a unos trozos de periódico que había en la acera y que me disponía a recoger. Tras apagar las minúsculas brasas y espantar a los zangolotinos le pedí disculpas por mi descuido. Bajó la cabeza y siguió adelante en silencio. Juraría que estaba pálida y temblorosa. Enseguida recobró el dominio de sí misma y subió a un taxi que la esperaba al borde de la acera. Mientras la vi partir me dije a mí mismo que había observado su primera reacción humana, aunque fuese de temor o aprensión. ¿O tal vez solamente alcancé a intuir lo que estaba esperando ver? ¿Qué misterio esconde la personalidad de esta muchacha? Difícil cuestión.

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