martes, 4 de septiembre de 2012

LLUVIA -CAPÍTULO XI-


 
                                                                          CAPÍTULO XI



Estoy tirada en el suelo tocándome el pelo. El que me lo ha lavado lo ha hecho de forma tosca y noto los nudos que intento desenredar torpemente con los dedos. Mi vista se ha clavado en el ventanuco del techo, absorbiendo toda la claridad posible. La luz comenzó a disminuir lentamente, como cuando una linterna se va apagando después de mantenerla mucho rato encendida. Se está haciendo de noche. Cierro los ojos y en mi mente sigue grabada la imagen del ventanuco, rodeado de un haz de luz cual un pantocrátor reinando en la cúpula de alguna vieja catedral. Su dedo me señala, intentando calmar mi alma y anunciándome que pronto me reuniré con él.

 
Lucas ha tenido que contestar a más preguntas de las que le hubiera gustado. Le da la sensación de que sospechan que está detrás de la desaparición de su esposa. No le gustaron nada las miradas soslayadas del inspector García y su ayudante, un tal Fuentes. Le obligaron a repetir varias veces los detalles de las últimas horas antes de que Vera saliera a hacer footing, y tuvo que reconocer que la noche anterior habían discutido. Mientras se explicaba notaba como su voz se volvía más fina y se truncaba ligeramente. Intentó mantenerse seguro y atribulado, pero no se le escapó el tono de desconfianza con el que el inspector García le solicitó que estuviera disponible las veinticuatro horas por si había novedades, y que avisara si iba a realizar algún viaje estos días. Cuando salió de la comisaría con paso apurado no notó la presencia de un agente de la policía secreta que comenzó a caminar tras él.

 
Está claro que con la comida me dan algún tipo de sedante para estar tranquila y no dar problemas. Se me ocurren cientos de cosas como autolesionarme para llamar la atención, pero no tengo fuerzas para intentarlo. Dentro de mi se suceden toda clases de sensaciones, contradictorias algunas. Pienso en Lucas y comienzo a llorar pensando lo mal que se lo hice pasar la noche antes de mi secuestro. Debe estar como loco intentando buscarme y removiendo cielo y tierra. ¿O no? A lo mejor no me echa de menos. A lo mejor el secuestrador pide demasiado dinero y la policía no puede ayudarle. A lo mejor ni siquiera ha denunciado mi desaparición porque piensa que me he ido unos días para pensar… no puede ser. Lucas me quiera y sabe que yo le quiero a él. Las escenas de nuestra boda giran por mi cerebro como los muebles del cuarto de un borracho cuando se acuesta. Lucas me mira embelesado durante toda la ceremonia, me besa continuamente y no me suelta ni para saludar a los invitados. Me veo reflejada en sus ojos, bella, feliz, exultante de amor. Esa noche la pasamos a bordo de un yate, pegados el uno al otro. Nuestros cuerpos parecen uno, fundidos por la pasión y el calor que hacía en aquel camarote tan angosto. Noto que la temperatura de mi cuerpo se eleva, y me abrazo el estómago por el dolor que me causan estos pensamientos. Las lágrimas fluyen sin darme cuenta y sin notar cómo bañan mis mejillas porque ahora éstas están siendo recorridas por los besos de mi marido. Noto su aliento en mi cuello y sus caricias por todo mi cuerpo. Los sollozos se convierten en llanto. Me encojo en posición fetal y trato de poner mi mente en blanco, pero las lágrimas no cesan de brotar.
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1 comentario:

  1. Parece como si Vera no estuviese nunca ni dormida ni despierta del todo. Inmenso cómo se autotortura ella misma.

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