lunes, 17 de septiembre de 2012

LLUVIA -CAPÍTULO XIII-



                                                                          CAPÍTULO XIII            

Mientras estaba durmiendo alguien ha entrado y me ha dejado una caja cerca de la puerta. Me incorporo y noto que las piernas me fallan. Me siento atontada, cansada y sudada. La falta de aireación de este antro hace que me cueste hasta respirar. Ojalá el ventanuco se pudiera abrir… Mirándolo me doy cuenta de que afuera está lloviendo. Echo de menos las gotas de lluvia sobre mi cabeza, mis brazos y mis piernas mientras hago footing. Antes de abrir la caja me siento en una destartalada silla y apoyo los codos sobre mis piernas. Las ideas se agolpan en mi cabeza como piezas de puzzle esparcidas por una mesa. Quizá mi secuestro tenga que ver con la empresa de Lucas. Las cosas le han ido siempre bien y quizá algún desalmado quiere aprovecharse, aunque veo que la negociación aún no ha llegado a buen puerto… Puede ser que pida más dinero del que tenemos. Tengo que reconocer que no me he preocupado mucho de nuestra solvencia económica por culpa de mis propios problemas. El dinero no me importa demasiado, pero Lucas no es igual. Siempre ha deseado tener más y más, y se ha deslomado para que nuestro nivel de vida subiera como la espuma. Yo hubiera preferido que estuviera más conmigo y menos trabajando, es algo en lo que hemos chocado siempre. A mi me gusta la sencillez, ver una película de miedo tapados con una manta hasta el cuello, conducir mi “escarabajo” de hace quince años y vestir de modo informal. Él se ha comprado su tercer coche, le encanta ir al cine vestido con sus mejores galas e ir de compras hasta que en el maletero no entre ni una bolsa más. A cambio es generoso, cariñoso y comprensivo. Nunca me ha echado en cara que lleve el pelo sin arreglar, o las uñas mal pintadas. Para ir a la oficina me arreglo más o menos bien, pero en casa prefiero estar cómoda con prendas deportivas. Sonrío recordando que, lejos de enfadarse por este motivo, me regaló por mi último cumpleaños un set entero de ropa y calzado Nike digno de cualquier deportista de élite. Sin embargo las cosas cambiaron, según él. Me obsesioné por salir a correr todos los días a la misma hora, sea lunes o domingo. Al principio no iba los fines de semana para intentar pasar más tiempo con él, pero debido a la cantidad de trabajo que tiene y que fue aumentando los últimos meses, llegaba a levantarme un sábado y ver que ya estaba encerrado en el despacho desde hacía horas. Pero él no lo entiende. “Yo trabajo para los dos, para vivir mejor”, me ha llegado a decir, aunque sabe que yo ya considero que vivimos suficientemente bien. Cada día tengo la esperanza de que Lucas salga pronto de la promotora y dedique las escasas horas que nos vemos al día enteramente a mi, pero cuando se sienta conmigo en el sofá ya no me acuerdo de todo aquello que fui acumulando durante el día para contarle. O ya perdió importancia. Me culpo de haber estado mal durante este año, pero la herencia de mi madre no ha hecho más que empeorarlo todo. No entiendo porqué Lucas se involucra tanto, como si deseara que yo tuviera las mismas ansias de hacer dinero que tiene él. Y Rafaela piensa igual. Vender la casa de mamá, donde crecimos y que ella ha mantenido como oro en paño hasta sus últimos días. La relación con mi hermana está tan deteriorada que me siento incapaz de comentarle mis deseos y planes sobre la casa. Y justo cuando pensaba que las cosas no podían ir a peor, me pasa esto.

Miro hacia la caja. Ahora mismo me importa una mierda lo que hay dentro, pero necesito desconectar de todo sobre lo que acabo de pensar. Descargo mi furia en la cinta adhesiva que cierra la maldita caja, arrancándola como si me fuera la vida en ello.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario