miércoles, 3 de octubre de 2012

TODO A BABOR


Me levanto como todos los días, mirando el cielo para tratar de intuir el tiempo que hará durante el día. Se acerca el otoño, así que ya toca agarrar la chaqueta y cambiar el calzado. Adiós a las chanclas, a las piernas al aire, a las camisetas sin manga... Mi perro me da los buenos días y me mira con ojos de "¿bajamos ya? ¿bajamos ya?", pero yo aun tardo en reaccionar. Desayuno y me pongo al día con las noticias, pero éstas me hacen querer desconectar con lo que sea que haya fuera, al aire libre. Y lo que hay, tan pronto consigo que mi perro deje de tirar de mi, normalmente al segundo o tercer intento, es una manada de turistas vestidos con todo lo que yo ya he retirado del armario: chanclas, shorts y camisetas de manga corta. Y es que hay un transatlántico enorme en el muelle de la estación marítima. Aunque ya estoy acostumbrada al paisaje de pies semidescalzos, rodillas rosadas y cabellos albinos, sigo asombrándome de que seamos tan distintos en este mundo de Dios. Seguramente para ellos nosotros somos los raros, y ellos se consideran "normales", gente que viaja y visita España con la esperanza de encontrarse alguna flamenca por el Casco Vello. Y lo primero que encuentran es a un violinista de Europa del Este, arrugado, extremadamente delgado y de piel muy morena, que les mira como si fueran monederos con piernas mientras toca un pasodoble y lo remata con un exagerado !olé!. Luego les rodean una masa de personas subidas a un extraño carro de dos ruedas (segway, parece ser que lo llaman) y ataviadas con cascos, convenciéndoles de que es el medio de transporte ideal y más seguro para esta ciudad, todo cuestas. Como si ellos ya no usaran ruedas a la menor oportunidad. Recuerdo que las primeras veces que veía a este tipo de turistas me extrañaba que hubiera tantos en silla de ruedas, por eso me llevé tamaña sorpresa al comprobar que el noventa por ciento de ellos se levantaban en un determinado momento a sacar una foto... Será por las cuestas. O por fastidiar al familiar de turno. Eso sí, tengo que decir a su favor que son fervientes defensores de los animales. Nunca fue tan piropeado mi perro como por esta gente, amables en extremo y siempre sonrientes a pesar de que mi ansiosa mascota se dedica a enroscarse entre sus piernas buscando un hueco hacia la esquina más cercana. La frase más estupenda que le han dedicado fue "bonitou perou", dicha por una mujer muy grande dentro de unos shorts muy pequeños. Sigo paseando hacia el Arenal y compruebo que no todos van a Príncipe o se quedan en el Centro Comercial da Laxe. Algunos se arriesgan a llegar hasta casi la "paellera", y allí se sientan en una terraza al solcito mañanero, que a ellos les parecerá tórrido, mientras piden sus consumiciones. Me dispongo a tomar un café en la misma terraza que ellos, más que nada porque me lo paso bien observándolos, y compruebo que la camarera está pasando serias dificultades para entender lo que quieren tomar. Me ofrezco a ayudarla y acabo traduciéndoles la carta... pero ellos acaban paladeando las delicias de los vinos de nuestras Rías, cortesía de la camarera para que decidan cual de ellos es el más exquisito. Por lo menos a mi el café me sale gratis por la ayuda prestada. Vuelvo a casa y continuo con mi vida, pero al llegar las cinco de la tarde regreso al muelle para unirme a los que quiren despedirse de los visitantes o los que, como yo, queremos alucinar con la extraordinaria labor de los transbordadores. Esos pequeños botes son capaces, tirando de cuerdas, de sacar tremendo bicho acuático del muelle, para delicia de niños y mayores, que observamos las maniobras con el alma llena de orgullo por la maestría de nuestros hombres de puerto de mar. Y se acaba el día. Ya no hay más extraños altos y desgarbados mirando extasiados y sonrientes, siempre sonrientes, nuestra maravillosa arquitectura. El sol empieza a ponerse. Mi perro y yo damos una última visual al gigante que se aleja mar adentro y los despedimos... hasta la próxima vez.

2 comentarios:

  1. ¡Qué buenos los turistas! Y eso que no sé cómo hacen pero cuando llegan a Vigo ya van rojos como cóngrios XD

    Me encantan estas entradas con ese estilo medio costumbrista medio posmoderno (toma gafas de pasta)

    Pero... ¡queremos más Lluvia! ¡Ahora que se está destapando una trama oculta con lo de la herencia no puedes dejarnos así!

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  2. Hermano! no me fallas, jeje. En breve sigo con Vera. Me puse con la moda por motivos laborales, ya te contaré... besos!!!!!

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